Opinión

El triunfo de la evidencia

Quien espere del presidente del Gobierno,  Mariano Rajoy, una actitud proactiva con respecto a alguna cuestión que sobrepase el límite temporal del aquí y ahora se llevará una decepción la mayor parte de las veces. De su comparecencia pública de ayer solo se puede sacar una certeza, que la vigencia de la aplicación del artículo 155 de la Constitución solo dependerá de la actitud que adopte el próximo Gobierno catalán en el caso de que sea encabezado por los independentistas, que ya vuelven a hablar de volver a la vía unilateral para la puesta en marcha de la república catalana si no hay diálogo bilateral sobre la independencia de Cataluña, por lo que puede darse por hecho el incremento de la estrategia de la tensión y la nueva intentona de saltarse la ley: “Eso no se debe hacer. Está muy mal”, dijo Rajoy en plan didáctico

Y salvo esa advertencia que también podía darse por hecha, el resto de consideraciones que ha realizado en torno a la situación de Cataluña, o han tenido el mismo grado de evidencia o han tenido un carácter reactivo, sin que una vez más haya salido de su boca alguna propuesta ilusionante para la ciudadanía o incluso para su partido y sus votantes. A no ser que se considere en esa categoría la afirmación de que “es imposible construir sin los votos del PP ninguna alternativa constitucionalista”. Pero eso ya lo dicen todas las encuestas que señalan que el PP va a perder escaños y es el único partido de ese bloque que no crece y que no se beneficia del presumible aumento de la participación. Sin una de las tres patas de ese  bloque no podría haber un gobierno de esas características, a pesar de que no suman los escaños suficientes, y  siempre que se diera la vuelta a otra evidencia, que Podemos no va a apoyar a un “tripartito” con Arrimadas y Albiol.  

Una vez más Rajoy ha dejado patente que él y su partido están de oyentes en cuanto a la posibilidad de una reforma de la Constitución, a la espera que sean los demás quienes digan qué y para qué quieren introducir cambios -inicialmente en el modelo territorial-, sin que haya realizado ninguna propuesta al respecto, más allá de poner unos límites que nadie pretende traspasar, los de la unidad de España y la soberanía de todos los españoles.  

El presidente del Gobierno ha jugado con ventaja al afirmar que el resultado de las elecciones del 21-D no condicionará la duración de la legislatura. En principio nadie se lo ha pedido y por lo tanto no hay caso, aunque una subida exponencial de Ciudadanos puede animar a este partido a presionar con que no vuelva a presentarse a la reelección, según el pacto firmado entre ambos. Rajoy ha señalado 2020 como la fecha de las próximas generales. Por lo pronto si el PNV vota los PGE de 2018 la legislatura está garantizada hasta 2019. El resto es un ejercicio de voluntarismo.   

Para Rajoy hay muchas cosas más que son palmarias. Si unos empleados del partido destrozan a martillazos un disco duro de un ordenador del extesorero Luis Bárcenas, que puede ser una prueba destacada en la investigación sobre las presuntas finanzas irregulares del PP, a su juicio actuaron “como habitualmente se comporta la gente en una circunstancia como esta”. Y claro, preferiría que ese juicio no tuviera lugar –evidente-, como Bartleby el escribiente tampoco prefería hacer ninguna cosa.

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