Opinión

Fiarse de ERC

ERC volvió a tener en sus manos lanzar al despeñadero al Gobierno de coalición que encabeza Pedro Sánchez, pero decidió no hacerlo al votar a favor una serie de partidas de los Presupuestos que van contra sus principios ideológicos, lo mismo que estaban dispuestos a hacer los partidos de centroderecha para conseguir el mismo objetivo de empujar al Ejecutivo al abismo. La decisión de ERC muestra hasta qué punto su pragmatismo está dispuesto a dar una oportunidad a acabar con la vía unilateral a la independencia, aparcar el "procesismo" que ha imperado en la vida política catalana y española en el último decenio y dar una oportunidad a resolver el problema del encaje de Cataluña en España por otra vía que no sea el "dontancredismo mariano" ni la concesión de un derecho inexistente a una comunidad autónoma.

Para que se pueda transitar ese camino la primera condición es que ERC gane las elecciones autonómicas que han de celebrarse el 14 de febrero próximo, pandemia mediante, y los resultados electorales permitan alguna de las combinaciones para formar gobierno que permitan dejar fuera al independentismo irredento de JxCat proclive a la bronca. De atender a las declaraciones de los líderes catalanes, según el candidato de ERC, Pere Aragonès, su intención es trascender el soberanismo y armar un gobierno más transversal en el que "los comunes" de Ada Colau son la clave del arco. Como desde el PSC, su líder Miquel Iceta ha manifestado que no formará parte de un gobierno dirigido por los independentistas, los tripartitos quedan fuera de la combinación, pero no el apoyo socialista a un bipartito desde fuera, que sería un quid pro quo de la situación que se produce en el Congreso, con ERC formando parte de lo que desde Unidas Podemos se ha definido como "geometría coherente".

Las elecciones catalanas pueden presentar otro problema derivado, más que del número de escaños que consigan los partidos independentistas, del porcentaje de votos que reciban. En las últimas elecciones catalanas estos partidos, en sus diferentes formaciones, incluidos los antisistema de las CUP no superaron el cincuenta por ciento de los votos emitidos, lo que constituía un dique para su discurso soberanista. En esta ocasión, sin embargo, es muy probable que superen ese listón, a pesar, o precisamente, por la aceleración de la división en el mundo posconvergente, y porque los comunes se acercan al soberanismo a la misma velocidad que se alejan del constitucionalismo. La separación del PdeCat del partido de CarlesPuigdemont y la búsqueda de confluencia con el recién nacido Partido Nacionalista Catalán puede sacar de la abstención a una serie de catalanistas moderados que se sintieron huérfanos en los momentos de mayor crispación, pero que tienen con los independentistas el nexo común de la defensa del derecho de autodeterminación.

Acostumbrados a la retórica maximalista y a hacerse trampas en el solitario el mundo independentista ha alimentado la ficción de que con el cincuenta por ciento más un voto tiene legitimidad sobrada para presentarse ante cualquier foro nacional o internacional para exigir que se atienda su reclamación soberanista. La cuestión es si ERC, que basa su cambio de actitud en la necesidad de realizar un repliegue del "procés" para acumular fuerzas, no va a dar un nuevo giro de timón en cualquier momento, y si es fiable durante mucho tiempo.

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