Opinión

Inocente y culpable

El daño ya estaba hecho desde el momento en el que fue procesada por el ‘caso Nóos’. La presencia de la infanta Cristina en el banquillo durante la vista oral del juicio ha supuesto una dura prueba para la institución monárquica que ha tratado por todos los medios de separarse de las actividades del matrimonio formado por la infanta y su marido lñaki Urdangarin, en especial desde que Felipe VI encarna la Corona.

Cristina de Borbón, que fue despojada por su hermano del título de Duquesa de Palma, obligó a un cambio en la estructura de la Familia Real para que solo estuviera constituida por los reyes, sus hijas y los reyes eméritos. Y en abierto desafío al rey no renunció a su puesto en la sucesión de la Corona, que habría evitado mayores daños a la imagen de la monarquía, que a pesar de su absolución son difíciles de reparar, porque en los anales queda que una infanta de España acabó procesada, y aunque absuelta de los dos delitos contra la hacienda pública por los que Manos Limpias la acusaba y el juez José Castro mantuvo la imputación, sí ha sido condenada como partícipe a título lucrativo a responder solidariamente con su esposo por las cuotas defraudadas en el IRPF.

El abogado de la infanta, Miquel Roca, ha pedido que "aprovechen para rectificar sus comentarios" quienes han puesto en duda su presunción de inocencia. Sin duda que lleva razón, pero una actitud menos beligerante de la fiscalía que hubiera borrado cualquier atisbo de trato de favor habría ayudado a que su absolución de los delitos que llevaban aparejados pena de cárcel hubieran sido recibidos con mayor normalidad.    

A pesar de la sentencia y de que Cristina de Borbón desconociera la existencia del delito fiscal y de malversación por parte de su marido, se mantiene el debate sobre el alcance de este desconocimiento de las acciones realizadas por los cónyuges en los que se tiene depositada toda la confianza, y sobre las consecuencias para casos futuros que suponen la condena sobre la responsabilidad civil a título lucrativo.

El comportamiento “no ejemplar” de Iñaki Urdangarin le ha valido seis años y tres meses de prisión, que el fiscal pide ejecutar con inmediatez, muy por debajo de las penas solicitadas por las acusaciones. No se trata por tanto de una condena ‘ejemplarizante’. Tampoco tenía por qué serlo.  Pero, en efecto, se ha puesto de manifiesto que nadie escapa al brazo de la justicia.

En este caso había además muchas circunstancias que han facilitado que la infanta y su marido se sentaran en el banquillo. La protección mediática que durante años se prestó al rey Juan Carlos había caído, y la incomprensible actitud de Iñaki Urdangarin desobedeciendo consejos una vez que se tuvo conocimiento de sus andanzas no han hecho sino agravar el juicio moral sobre su actitud. Desde un punto de vista humano, Felipe VI ha debido a poner tierra de por medio respecto a su hermana para preservar la institución y ahora ha recibido la sentencia con un frío  “acatamiento y respeto”.

El ‘caso Noós, sin embargo, no ha terminado con la sentencia de la Audiencia de Palma. Quedan los recursos y sobre todo la resaca política entre partidarios y detractores de la monarquía y entre los partidos políticos que aún siguen pidiéndose cuentas por los fondos donados al Instituto Nóos. 

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