Opinión

La costumbre se hace ley

La costumbre es una de las fuentes de derecho, que implica la existencia de una serie de leyes  no escritas pero que se cumplen y se acatan como si estuvieran labradas en piedra. Quizá sea un exceso hablar de derecho consuetudinario para considerar una vulneración de las normas la decisión del presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez para no ofrecer la tradicional conferencia de prensa al término del último Consejo de Ministros del año para hacer balance de lo sucedido en el año anterior y mostrar un avance de sus proyectos de futuro. Una tradición de hace quince años quizá no sea suficiente desde el punto de vista legal para que una costumbre se haga ley. Pero si lo es políticamente y el silencio de Sánchez puede calificarse de distintas formas, desde la cobardía al desprecio a la ciudadanía.  

Pedro Sánchez ha roto una costumbre implantada por su predecesor socialista, José Luis Rodríguez Zapatero que mantuvo su sucesor, Mariano Rajoy y por el propio Sánchez, que la ha roto en esta ocasión. La enrevesada situación política pendiente de las negociaciones para conseguir la investidura le ha recomendado no comparecer ante los medios de comunicación, dejando ayunos a los ciudadanos de conocer cuáles son sus expectativas, lo que le ha evitado dar explicaciones sobre el mandato de la Abogacía del Estado respecto a las indicaciones de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la inmunidad de Oriol Junqueras, o más allá sobre la petición de nulidad del juicio realizada por su defensa y sobre lo que tendrá que decidir el Tribunal Supremo.   

La necesaria discreción que han de presidir unas negociaciones delicadas como las que han de acabar en la abstención de ERC en la segunda sesión de investidura, no tiene que ser sinónimo de apagón informativo, a no ser que exista el temor a realizar alguna consideración que pueda ser considerada ofensiva o inasumible por la otra parte, como ha ocurrido ya en un par de ocasiones en las últimas semanas, que ha impulsado la sensación de que los negociadores por parte del PSOE van a remolque de la iniciativa de los independentistas.

El silencio de Sánchez demuestra la doble vara de medir que utilizan todos los políticos y como pasan de exigir la máxima transparencia a sus oponentes cuando están en la oposición para negarse a dar explicaciones cuando ocupan el poder. Nadie dijo que gobernar fuera fácil y que no estuviera exento de contradicciones o que deban afrontar la dilación en el cumplimiento de las promesas electorales, como en el caso de la revaloración de las pensiones, aunque en este caso estén supeditadas a la formación del Ejecutivo y tenga carácter retroactivo. Sánchez ha perdido la oportunidad de explicárselo a la ciudadanía y no delegar en la portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, que ha tenido que realizar el papelón de afirmar que la comparecencia del presidente del Gobierno “no era procedente”. Y ya.

Si en numerosas ocasiones se criticó al expresidente del Gobierno Mariano Rajoy por su preferencia por el ‘plasma’ en lugar de por las comparecencias públicas ante los periodistas, de Pedro Sánchez se puede afirmar que tiene una aversión cada vez mayor a las conferencias de prensa. Esperemos que no se le olvide el compromiso de hacer público el acuerdo que se alcance con ERC.

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