Opinión

La ley de la cloaca

Fue el expresidente del Gobierno Felipe González quien afirmó que “el Estado de derecho también se defiende en las cloacas” durante su etapa de pragmatismo chino, según el cual no importa el color del gato, sino que cace ratones. El excomisario José Manuel Villarejo es deudor de esa forma de pensar y a su juicio “las cloacas no generan mierda, la limpian”. Es un axioma más en la definición de la ley de las cloacas, según la cual sus excrecencias ni se crean ni se destruyen y solo se transforman, y se usan a conveniencia de quien manda o paga. Esa ley se podría complementar con otra políticamente incorrecta que se utilizaba en la infancia según la cual se puede parafrasea que tan corrupto es el que encarga la comisión de un acto ilegal como quien lo ejecuta. 

Con la salida de prisión del excomisario, señalado como el cabecilla de una trama de corrupción policial que salpica a algunos de sus compañeros, políticos, miembros de la judicatura y empresarios, se asiste a un nuevo episodio del genuino ejercicio de tirar de la manta para dejar al descubierto a los artífices de tropelías políticas y económicas que pueden poner al pairo instituciones fundamentales del Estado, grandes empresas del Ibex, vida y haciendas de gente de relumbrón y otras de menor influencia pero que pueden ver su vida arruinada por haberse cruzado en su camino o porque han sido investigados ilegalmente por orden de la superioridad o por quien le ha pagado por hacerlo. 

De la capacidad destructiva de la documentación que puede atesorar el excomisario Villarejo, tras su paso por las cloacas en su función de jefe encarado de los trabajos de alcantarillado ya se tiene noticia por la difusión de las conversaciones grabadas a la examante del rey Juan Carlos I, Corinna Larssen; de los trabajos que realizó para la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, acompañada de su esposo; o de los efectuados para minimizar los efectos políticos de los papeles de Bárcenas. Una puesta en común de los archivos que se ocultan bajo las mantas de Villarejo y del extesorero del PP, daría para una puesta al día del cervantino “Rinconete y Cortadillo”, al servicio, al parecer, de distintos “Monipodio”, según la alternancia en el Gobierno. 

No hay duda de que el Estado de derecho se defiende también en las cloacas, que cada país tiene las suyas y que conviene tenerlas controladas parlamentariamente. En el caso de Villarejo las ha usado en beneficio propio o las ha puesto al servicio de intereses particulares en operaciones económicas de altos vuelos. Ahora que se encuentra en libertad vigilada tendrá más oportunidades de defenderse y lo hará atacando en aquello que le beneficie mientras la maquinaria judicial sigue investigando sus andanzas. El “caso Villarejo” está separado ya en una treintena de sumarios y el número puede seguir aumentando si se decide poner sobre el tapete nuevos asuntos o se desvelan durante las instrucciones que se llevan a cabo. 

Una nueva cascada de casos de corrupción político-económica, en el caso de que sean ciertas las revelaciones con las que amenaza, sería insufrible y más si se produce en forma de goteo. Que caiga el chaparrón y, como dijo De Cospedal, que cada palo aguante su vela.

Te puede interesar