Opinión

La ley es la ley

La detención en Francia de José Antonio Urritikoetxea Bengoechea, “Josu Ternera”, puede leerse como un homenaje póstumo al exminitro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, el gobernante que dirigió el último proceso de negociación del Gobierno con ETA y quien tras su fracaso lanzó la ofensiva final contra la banda terrorista. En ese último intento negociador de abandono de las armas sin contrapartidas “Josu Ternera” tuvo un papel determinante hasta que fue sustituido por Francisco Javier López Peña, “Thierry”, que ordenó el atentado contra la T-4 que lo finiquitó.

Quizá a partir de ahora a Jesús Eguiguren, exdirigente del PSE-EE y participe en aquellas negociaciones, le persiga la definición que ha realizado tras su detención de “Josu Ternera” como “héroe de la retirada”, como a Zapatero le persigue la frase que no dijo según la cual Arnaldo Otegi era “un hombre de paz” -dijo que tenía “un discurso por la paz”-. Pero tanto el dirigente etarra como el dirigente abertzale desempeñaron un papel definitivo para tratar de lograr el fin de ETA, aunque cueste reconocerlo. El primero porque se dio cuenta de que la banda estaba ya derrotada y el segundo porque pretendió poner en marcha la iniciativa que finalmente logró que Batasuna se desvinculara de ETA. Ambos tuvieron que emprender una fase que se da en todos los procesos de paz, la difícil tarea de convencer a sus correligionarios de que es el momento de acabar con todo lo que ha sido hasta ese momento el “leit motiv” de su actuación política o terrorista. En la historia hay sobrados ejemplos de políticos que han tenido que emplearse a fondo para persuadir a los suyos de que se había producido un cambio en las reglas de juego que tenían que aceptar. El riesgo es que si se hace mal es posible que surjan grupos disidentes que mantienen el desafío violento hasta que el Estado de Derecho acaba con ellos utilizando todos sus medios legales.   

“Josu Ternera” es la historia viva de ETA, el único dirigente que ha estado en la banda terrorista desde el atentado contra el presidente de Gobierno, Carrero Blanco hasta leer el comunicado de su disolución, el 3 de mayo de 2018. Entre esas dos fechas su evolución ha pasado de ordenar los atentados más repulsivos de la banda terrorista en los años de plomo, entre ellos el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza, por los que está acusado de delitos de lesa humanidad, a pedir a los etarras encarcelados que asuman la legalidad penitenciaria en un reconocimiento de que el fin de ETA se ha producido sin ninguna contrapartida política. Tanto a “Josu Ternera” como Arnaldo Otegi les falta dar el paso definitivo, la petición de perdón a la sociedad vasca y española y el  reconocimiento del daño causado de forma definitiva y contundente y no tratar de realizar un relato exculpatorio o equidístate que trate de blanquear a quienes han sido el peor enemigo de la democracia hasta ahora.

“Aunque reconozcamos el papel que desempeñó en el fin de ETA, las leyes son las leyes”, ha dicho también Eguiguren y por ese motivo es muy posible que “Josu Ternera” sea entregado temporalmente por Francia para que sea juzgado en nuestro país por sus crímenes. Como afirmaba Rubalcaba, cualquiera que milite en ETA debía saber que tarde o temprano su destino es la cárcel. Con “Josu Ternera”, diecisiete años después, se ha cumplido la profecía.

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