Opinión

Legislatura, segunda parte

La negociación del vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, con Arnaldo Otegi, el líder de Bildu para que este partido apoye los Presupuestos Generales del Estado ha levantado ronchas en el PSOE a todos los niveles y por todas las causas: por ser un apoyo innecesario, por tratarse de un partido al que le queda mucho trecho por recorrer para conseguir el "label" democrático, a pesar de ser el segundo partido en el País Vasco, y por tratarse de un partido antiespañol que pretende sustituir el régimen democrático actual no se sabe muy bien por qué –o sí-, si bien da la impresión de que no han aprendido que la fortaleza del Estado de derecho puede con cualquier pretensión rupturista sea preconizada por las armas o por referendos ilegales.  

Los "barones" socialistas no han dejado pasar la oportunidad para manifestar su malestar, que llega al vómito, por el hecho de que Bildu –o Pablo Iglesias- considere que es un partido que se encuentra ya "en la dirección del Estado", situación que a juicio del presidente castellanomanchego, Emiliano García-Page, "no tiene un pase".  Pero la obligación de un político es mirar un poco más allá del día siguiente a una decisión desacertada, o al intento que se mantiene en el tiempo del líder de Unidas Podemos de sacar al PSOE de un espacio de amplia mayoría, para llevarlo a una esquina del espectro político con una maniobras que pueden ser consideradas como "una humillación" en las que hace uso del chantaje de sus votos, y que es todavía más incisiva porque son formas a las que no se está habituado dado que se trata del primer gobierno de coalición que se ha formado tras la Transición, y queda la imagen de que es un gobierno con dos almas, aunque no ocurra nada que no suceda incluso en los gobiernos de la "gran coalición alemana".         

Por eso lo más interesante de la reflexión de García-Page sobre el escenario político actual no es solo que es necesario sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado en tramitación  parar hacer viable la "casi inviable" situación política del país” con un proyecto que  es "perfectamente homologable en la dinámica de un presupuesto socialdemócrata”, pese al “doloroso” peaje que es preciso pagar, sino que su aprobación marcará un punto de inflexión que dará comienzo a una nueva fase de la legislatura, a un segundo tiempo en el que todo puede cambiar. En ese sentido es lógica la ofensiva lanzada por el PP contra la presencia de Bildu en un pacto que, transversal –cada vez menos posible- o no, constituye la puerta para que la legislatura pueda acabar a su debido momento, a pesar de los intentos que ha realizado por limitar su duración.  

“Esperemos que después de ir a la esquina del tablero podamos regresar a otro lugar una vez se aprueben los Presupuestos”, ha dicho García-Page. Eso es lo que esperan los militantes y votantes socialistas conmocionados por las mañas que se da Pablo Iglesias para marcar la agenda al PSOE como daba la impresión de que el PP hacía seguidismo de Vox. Hasta que llega el momento de decir "Hasta aquí hemos llegado" y poner las cosas en su sitio. Pero para dar ese paso el PSOE necesita contar con los Presupuestos.

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