Opinión

Nueva ley, nuevos efectos

Después de la enorme cantidad de vidas humanas que se perdía hace una decena de años en las carreteras cada semana, con un cómputo anual que superó más de cinco mil víctimas, se comenzaron a adoptar una serie de medidas de todo tipo que han contribuido a que el número de muertos por accidente de tráfico haya descendido de forma radical.

La conjunción de medidas punitivas, campañas de publicidad, una mayor concienciación social, la mejora de las infraestructuras viarias y el rejuvenecimiento del parque automovilístico fueron decisivos para la reducción de los muertos en carretera. Era ministro del Interior José Luis Corcuera cuando la Dirección General de Tráfico anunció que, por primera vez, se había cumplido un día sin víctimas mortales en las carreteras. El año pasado fueron 29.

La entrada en vigor del carné por puntos tuvo un efecto decisivo en la disminución de la siniestralidad viaria, y en términos generales la aplicación de cada nueva norma de tráfico ha tenido un efecto positivo constatable en las estadísticas. Es de esperar que la nueva Ley de Tráfico que está en vigor desde ayer y que vuelve a conjugar las medidas represivas con las preventivas tenga también el mismo efecto, en un año en el que han comenzado a dispararse las alarmas por el repunte de los muertos en carretera.

Una situación que se ha relacionado con los efectos de la crisis económica en dos aspectos: el recorte de las inversiones de los últimos cuatro años en el mantenimiento de las carreteras, especialmente las de la red secundaria que son en las que se produce el mayor número de accidentes, y el envejecimiento del parque automovilístico, como bien han sufrido los fabricantes y concesionarios de vehículos aunque ahora repunta la venta de los nuevos después de haber caído a niveles del siglo pasado.

Pero a pesar de estos aspectos, el mayor número de accidentes sigue estando ligado a la actitud de los conductores. El consumo de alcohol y de drogas está detrás de buena parte de ellos y como las campañas de prevención tienen un efecto a largo plazo, la ley endurece las sanciones por conducir bajo los efectos del alcohol, para quienes superen el doble de la tasa permitida o sea reincidente por haber dado positivo en el último año -1.000 euros-. Pero para mitigar el efecto de las multas y tratar de borrar el estigma de ‘ley recaudatoria’ que acompaña a toda ley que impone fuertes sanciones se amplía el plazo para su pago con el descuento del cincuenta por ciento.

Aunque la ley prevé la posibilidad de que se amplíe el límite de velocidad hasta los 130 km/h en algunos tramos, esta medida sigue pendiente del desarrollo en la próxima reforma del reglamento de circulación, y aunque tiene defensores, son también muchos los detractores de una medida que puede ser causa de una mayor mortalidad en la carretera y contra la que han advertido, sobre todo, las asociaciones de víctimas de accidentes de tráfico.

Es de esperar, por tanto, que la nueva Ley de Tráfico obtenga los mismos resultados que sus predecesoras inmediatamente después de su entrada en vigor. El efecto disuasorio de las nuevas sanciones puede hacer su parte, pero eso no exime de que, a pesar de las necesidades de aumentar la recaudación, se extreme el carácter preventivo de la actuación de quienes deben tratar de reducir las muertes en carretera.

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