Opinión

El oasis y el infierno

La palabra oasis tiene ocho sinónimos, tregua, refugio, alivio, respiro, remanso, descanso, reposo y palmeral, y un solo antónimo, infierno. De los ocho, cualquiera de los siete primeros serviría para definir la situación política que vive y se consolida en el País Vasco. La situación en Cataluña no es un infierno, con sus connotaciones religiosas, pero sí se mueve entre tinieblas dado los movimientos del presidente catalán, Quim Torra, que se prepara para su inhabilitación.

Al mismo tiempo que el lehendakari, Íñigo Urkullu, ofrecía su discurso de investidura, previo a la formación de un gobierno coalición entre el PNV y el PSE, Quim Torra procedía a una remodelación de su gobierno, apenas dos semanas antes de que, con toda probabilidad, sea inhabilitado por el Tribunal Supremo por desobediencia confesa y de esa forma laminar los restos del PdeCAT que quedaban en su gobierno, después de la maniobra envolvente contra este partido realizada por Carles Puigdemont desde Waterloo.

El lehendakari -después de pactar con la líder del PSE, Idoia Mendía, acuerdos y desacuerdos- ofrecía una nueva legislatura dedicada a hacer frente a los "años muy duros" que se avecinan, mediante "un contrato con la sociedad" para abordar todos los retos pendientes, los "urgentes", los "importantes" y los "responsables", relacionados todos con la recuperación económica y social y las perspectivas de futuro", mientras que ha dejado en el capítulo de los "pendientes" el autogobierno y la convivencia, precisamente la prioridad indisimulada de Torra, pandemia mediante. 

Pero donde Torra apuesta con Puigdemont por el "enfrentamiento inteligente" y siembra brumas con el procés independentista, Urkullu, lejos de hablar de autodeterminación, lo hace de aumentar el autogobierno bajo la premisa de la seguridad jurídica, lo que aleja cualquier tipo de aventurerismo o de intento de ruptura de las costuras constitucionales, y por supuesto, rechaza la confluencia con las intenciones independentistas catalanas, como pretende EH Bildu. 

Si desde el primer momento Quim Torra renunció a ser el presidente de todos los catalanes, a partir de ahora ya no lo es ni de todos los independentistas, trabajando en exclusiva en favor de los intereses de Puigdemont tras la destitución de la consellera de Empresa, Àngels Chacón, lla única miembro de su gobierno del PdeCAT que no se había pasado a las filas del Junts per Catalunya, y posible candidata de su partido si no hay acuerdo entre los "indepes" posconvergentes. El gobierno de coalición en el País Vasco, por el contrario, garantiza un nuevo periodo de estabilidad sustentado en una mayoría parlamentaria suficiente que no tiene que estar pendiente del "último escaño" que le faltaba en las dos anteriores legislaturas, lo que pondrá en juego la voluntad de alcanzar acuerdos con otras formaciones políticas.

 El que fuera el oasis catalán se ha convertido en un páramo y en el antes convulso País Vasco se respira con alivio. Con asignaturas pendientes que aprobar -la convivencia-, por supuesto.

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