Opinión

La onda expansiva de Errejón

Existe en la aritmética electoral un problema de difícil explicación. Mientras el fraccionamiento de la derecha en tres partidos ofrece la posibilidad de que alcancen acuerdos que pueden garantizar gobiernos, en la izquierda ni la unidad de partidos distintos -como en el caso de Podemos e IU-, ni los episodios de faccionalismo que dan lugar al surgimiento de nuevas organizaciones garantizan la suma para alcanzar las mayorías necesarias para gobernar.

La suma de PP, Ciudadanos y Vox, con sus votantes plenamente movilizados y pese a la incomodidad de unos con otros, hace que vean más cerca la posibilidad de sustituir al PSOE o a Podemos en aquellos lugares en los que ahora estos se encuentran al frente de los gobiernos, porque aunque hay trasvase de votos y la ley electoral perjudica a los últimos de la fila, no se pierde ni uno solo. Es el caso de Andalucía, por ahora la única referencia para observar lo que ha pasado y pesado en la decisión de los ciudadanos para orientar su voto o quedarse en casa.

Las crisis permanentes en Podemos, los conflictos en el seno de IU en algunas comunidades autónomas, la gestión de la situación política en Madrid con el desafío lanzado a Podemos por la alcaldesa de la capital, Manuel Carmena, al que ahora se ha sumado Íñigo Errejón -que se ha situado fuera de la formación liderada por Pablo Iglesias pese a que intente creerse mantener la ficción inexistente de su pertenencia al grupo-, supone un grave problema para los planes de la izquierda de mantener el poder en comunidades autónomas y ayuntamientos en los que el apoyo entre socialistas y “podemitas” es indispensable. La causa es que las divisiones en la izquierda, sus líos internos, el cainismo, afecta más a estas formaciones cuyos votantes se cansan más de estas escaramuzas y les abocan a la abstención, al desentendimiento. O en el mejor de los casos al voto útil. Pero para que realmente lo sea tiene que ser o un trasvase masivo, o que los nuevos actores sean capaces de movilizar a nuevos votantes o a quienes se quedan en casa el día de la cita con las urnas.

La decisión de Íñigo Errejón de presentar una candidatura a la comunidad de Madrid fuera del paraguas de Podemos, que ya había transigido con las exigencias de Manuela Carmena –“Íñigo no es Manuela”, dice Iglesias- trasciende el marco territorial madrileño para provocar una onda expansiva que afecta a las posibilidades de los partidos de izquierda en las elecciones autonómicas y municipales, donde Podemos vive episodios de conflicto y transmite una idea de desunión. Y los ciudadanos, sabiamente, han castigado siempre a los partidos que se miran más el ombligo que las necesidades de aquellos a los que han de representar.

En la Comunidad de Madrid, PP y Ciudadanos tan solo tienen un escaño de diferencia sobre la suma de PSOE y Unidos Podemos y el sorpasso era posible ante la debilidad de la candidata presentada por el PP y los votos que irían a Vox. Esa operación puede fracasar por la aventura personal de Íñigo Errejón, que pese a que su voluntad es sumar y buscar apoyos más transversales de los que goza Podemos, como es su teoría política, lo que está claro es que por el momento divide a la izquierda y que es difícil que Podemos se pliegue a su deseo de que haya una sola candidatura a la izquierda del PSOE encabezada por él.

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