Opinión

El Rey marca distancia

En efecto, el mensaje de Nochebuena del rey Felipe VI ha sido el más difícil de sus siete años de reinado porque  nunca antes se había dado una tormenta perfecta en torno  al país y a la Monarquía, con una pandemia que nos ha dejado exhaustos social y económicamente con su secuela de víctimas de la enfermedad y sus consecuencias sobre la vida de las personas, y con unas noticias sobre el rey emérito, Juan Carlos I, que han puesto en aprietos a la institución y que le han causado una profunda herida personal. 

A Felipe VI le valieron solo unas pocas frases de su alocución para marcar distancias con su padre de una forma contundente, con su apelación a que "Los principios morales y éticos que reclaman los ciudadanos, obligan a todos sin excepciones y están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales y familiares". El rey no podía obviar lo que era una demanda social y política, una alusión a la situación por la que atraviesa su padre y las consecuencias de sus actuaciones que se encuentran bajo la lupa de la justicia.  

Como es lógico, a los republicanos confesos, esa breve alusión al rey emérito, sin nombrarle, les ha parecido insuficiente, porque lo es cualquier cosa que no sea la abdicación, la ruptura con el régimen del 78 y la instauración de una nueva república. Para otros, las medidas palabra de Felipe VI son suficientes porque no ha rehuido afrontar la situación como se esperaba de él, y lo ha hecho sobre la base de los compromisos adquiridos en su mensaje de proclamación cuando declaró su voluntad de transparencia y renovación de la Corona, de la que no se ha alejado ni un ápice, y así lo ha demostrado cuando ha sido preciso con las decisiones que ha adoptado sobre los miembros de su familia que no han tenido los comportamientos adecuados que se esperaban de ellos por su posición y lo que debía ser su respeto al resto de la ciudadanía.  

Lógica e indispensable también la defensa de la Constitución como “el fruto del reencuentro y el pacto entre los españoles”, de su espíritu integrador que acoge el respeto a la pluralidad y a las diferencias, en un momento en que hay partidos que no dudan en hacer una patrimonialización de los símbolos comunes o de aquellos que demuestran incapacidad para dialogar y llegar a acuerdos. Estas recomendaciones de Felipe VI, habituales en todos sus discursos son semillas que caen en terreno baldío porque todos aquellos que dicen defender al rey hacen caso omiso de ellas, aunque demuestra su cercanía con los ciudadanos al reconocer esta aspiración colectiva.    

Felipe VI dejó pasar, sin embargo, el asunto de los militares retirados que se han dirigido a él en contra del Gobierno y que han mostrado su preocupación, -junto a otros en activo, lo es más grave-, por el gobierno "socialcomunista". No era el momento estando tan cerca la celebración de la Pascua militar en la que será un asunto que no pueda soslayar.  

La pandemia, con su rastro de consecuencias nefastas, fue el eje vertebrador de sus palabras con empatía hacía los servidores públicos y todos los afectados, sobre todos los jóvenes. Sin dejar de señalar las dificultades que aún quedan por delante salvar lanzó un mensaje esperanzador sobre las fortalezas del país para salir adelante. "Ni el virus ni la crisis económica nos van a doblegar", dijo Felipe VI.

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