Opinión

Silencio, las 
mafias escuchan

La nueva entrada de dos centenares de inmigrantes irregulares en Melilla ha vuelto a poner de manifiesto que este problema va a tardar mucho tiempo en resolverse por la ausencia de medidas efectivas para hacerle frente por distintas carencias.

Desde la ausencia de una política europea que trate de resolverlo, por la falta de coordinación de las autoridades españolas y marroquíes para evitar los saltos a las vallas, y sobre todo porque falta una política internacional que disuada a muchos subsaharianos a abandonar su país en busca de mejores condiciones de vida.

Las escenas televisadas de grupos de subsahariano entonando cantos de alegría y manifestando su contento tras haber puesto un pie en España son perfectamente comprensibles. Algunos dan vivas a España y otros gritan libertad. Atrás quedan meses de penuria, de riesgo y de vida en condiciones infrahumanas a las puertas de Ceuta y Melilla. Si, efectivamente son 30.000 los subsaharianos que esperan a las puertas de Europa, los que consiguen entrar son una ínfima parte, motivo por el cual el mayor problema no son los que consiguen entrar, sino los que esperan su oportunidad.

La crisis económica ha retrotraído las políticas de inmigración a tiempos ya pasados. Queda muy poco de la inversión en cooperación con los países de los que salen los inmigrantes y la consecuencia es una nueva oleada de jóvenes que arriesgan su vida por llegar a Europa. Acciones como las realizadas con Senegal y Mauritania cuando sucedió la crisis de los cayucos, que contó con el apoyo europeo, da una pauta sobre las medidas que se pueden adoptar, aunque en esta ocasión, en estas migraciones por tierra, las dificultades aumentan porque aparecen también implicados los movimientos yihadistas que operan en los países que forzosamente han de atravesar los inmigrantes.

Sin duda que los asaltos a las fronteras de las ciudades españolas no constituyen un problema unilateral y que se precisa un mayor compromiso europeo, con una visión integrada, como ha afirmado Rajoy, pero a ello contribuiría el Ejecutivo sino comete errores y no da bandazos. Al desechar la investigación de los sucesos de Ceuta, en el que perecieron 15 inmigrantes irregulares-aunque fuera en aguas marroquíes- ha adoptado medidas como la limitación del uso de los medios antidisturbios en la actuación de los guardias civiles, que propician nuevos saltos a la valla. Una instrucción que tendrá una duración temporal muy corta, hasta que pasen los ecos de unos hechos que están aderezados con la vulneración de los derechos de las personas que son entregadas en caliente.

Y, por supuesto, las mafias que se dedican a la trata de personas y las llevan hasta las fronteras de Europa conocen todas estas peripecias políticas y legales y las explotan en beneficio de su inmundo negocio. Pero frente a este panorama no hay que pedir silencio –“prudencia”, dijo- porque todo lo que se dice “lo escuchan” estas organizaciones, como ha señalado la vicepresidenta del Gobierno, sino que se trata de que se traslade el mensaje de que la cooperación será el leit motiv de la política migratoria europea.

Pero si la Unión Europea no ha logrado todavía resolver la situación creada en otras fronteras del sur de Europa, la de la isla italiana de Lampedusa, o Malta o Chipre, donde la llegada de un solo barco de inmigrantes irregulares supera en número todos los saltos producido en España en varias semanas, no parece que la situación de Ceuta y Melilla, a pesar de que sus CETI se encuentran a rebosar, sea la prioridad.

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