Opinión

El socialismo busca una solución

Los secretarios generales de las federaciones socialistas que han obtenido un trece o un catorce por ciento de votos en las pasadas elecciones europeas, en torno a diez puntos por debajo del veintitrés por ciento que obtuvo el PSOE en las elecciones del 25-M, han dimitido siguiendo la estela marcada por Alfredo Pérez Rubalcaba, que ha obtenido los peores resultados en la historia del PSOE. Patxi López en el PSE y Roberto Jiménez del PSN lo hicieron en los días posteriores a las elecciones. Pere Navarro, el primer secretario de los socialistas catalanes, ha tardado algo más.

Pero, en su caso, los malos resultados electorales no tienen su origen solo con el recuerdo de la anterior legislatura sino con los acontecimientos recientes relacionados con el desafío soberanista y la posición del PSC, que se ha acabado desmarcando de la convocatoria del referéndum de autodeterminación a costa de una profunda división interna, en la que destacados dirigentes socialistas del sector más catalanista se han pasado con armas y bagajes al proceso independentista. Unos con su afiliación a los partidos solo nacionalistas, y otros que desde dentro se han constituido en ‘sector crítico’ y han desobedecido los acuerdos mayoritarios de quienes se oponían al referéndum del 9-M en sintonía con la posición acordada con Alfredo Pérez Rubalcaba.

Un acuerdo que vino precedido de la ruptura de la disciplina de voto de los socialistas catalanes en el Congreso –sigue en el aire el protocolo de coordinación entre el PSOE y el PSC-, y de que los socialistas catalanes dieran marcha atrás con respecto a su apoyo al derecho a decidir que llevaban en su programa electoral -aunque para decir que no a la secesión- y del reconocimiento que el daño de la posición ambigua del PSC provocaba en el electorado socialista en el resto del país.

Pere Navarro y su dirección trataron de embridar a quienes son socialistas a fuer de nacionalistas, pero no han podido evitar la deslealtad de quienes “han aprovechado la pluralidad del partido para airear las diferencias internas hasta el punto de vulnerar los acuerdos tomados en los órganos de decisión del partido”, mientras que junto con Rubalcaba impulsaba una reforma constitucional en sentido federal que recogiera las singularidades de Cataluña y que excluía el apoyo al referéndum independentista.

Se abre en el PSC un proceso de renovación. Quienes desean convertirlo en un proceso de refundación son aquellos que quieren una vuelta al redil de las fuerzas soberanistas, y aparecen como vencedores en la renuncia de Pere Navarro. Pero si estos afirman que el abandono del derecho a decidir les ha perjudicado al aproximarlos al PP y a C’s, otros dirigentes socialistas no dejarán de poner sobre la mesa la posibilidad de que el PSOE se acabe presentando con sus propias siglas en Cataluña.

El futuro del PSC dependerá de su capacidad para encontrar el equilibrio entre los partidarios de votar en el 9-N -para decir sí a la secesión- y quienes se sienten tan catalanes como españoles y apuestan por la vía federal, por supuesto mediante el voto de todos los militantes, en el caso de que la opción sea la celebración de un congreso extraordinario que permita conocer de forma fehaciente la fuerza de cada una de las ‘almas’ del PSC.

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