Opinión

Torra vuelve por sus fueros

Las prisas que se ha dado el Parlament de Cataluña para organizar un pleno extraordinario sobre la salida de España del rey emérito, Juan Carlos I, y para pedir la abdicación de Felipe VI son dignas de mejor fin a la vista de la catastrófica gestión del presidente catalán, Quim Torra, de los rebrotes del covid-19 que se han registrado en su comunidad autónoma, señalada por muchos países como una zona de riesgo a evitar por sus nacionales. 

Torra y los partidos independentistas han organizado un nuevo montaje parlamentario utilizando su mayoría en la Mesa del Parlament para dar palos en todas las direcciones y tratar de debilitar y encizañar las relaciones entre los socios del Gobierno, él, que tiene el suyo en un permanente enfrentamiento entre sus dos integrantes y todavía no se atreve a convocar a los catalanes a las urnas porque su partido, y el de Carles Puigdemont, va por detrás en las encuestas. Unas elecciones que pretende convertir en un doble plebiscito, sobre la monarquía o la república y entre la independencia o el statu quo. Pero ni tan siquiera ante un escenario tan propicio se ponen de acuerdo sobre adónde tienen que dirigir el tiro, si hacia el Gobierno como quiere Torra, o sobre Felipe VI como prefiere ERC. En su intervención el presidente catalán disparó una andanada en todas las direcciones para no dejar a nadie que no fuera el independentismo sin ser objeto de sus invectivas. Ambos, sin embargo, coinciden en un hecho: es un debate que genera problemas al PSC y a “los comunes”, aunque por motivos distintos. 

El presidente catalán, que en reiteradas ocasiones ha manifestado que “los catalanes no tienen rey”, quiere que el Ejecutivo convoque un referéndum sobre monarquía o república o al menos intenta que Unidas Podemos precipite una crisis de gobierno y que en un ejercicio de fe republicana dimitan todos sus ministros tras la defensa cerrada de la Corona que ha realizado Pedro Sánchez. Pero Pablo Iglesias es lo suficientemente hábil para no precipitarla en este momento y no seguirá los consejos de sus adversarios. 

En fin, que después de unos meses en los que el “procés” independentista ha estado solapado por las consecuencias de la pandemia, a la primera oportunidad, Torra y los partidos independentistas han vuelto a la carga no solo con su memorial de agravios económicos, su desprecio al resto de presidentes autonómicos, sus demandas egoístas, o con los balones de oxígeno que les proporciona la justicia belga, sino que como hizo Artur Mas aprovechan cualquier circunstancia crítica para el país, económica, sanitaria, social o institucional, para tratar de avanzar hacia la independencia, como si el Estado bajara la vigilancia sobre un desafío sin visos de prosperar, entre otros motivos, por la falta de masa crítica de los independentistas. 

Por supuesto que el Parlament tiene derecho a debatir sobre aquellos asuntos que considere de su interés. Cuestión distinta es que formalice resoluciones sobre cuestiones que quedan fuera de sus atribuciones como le ha recordado el Tribunal Constitucional en dos ocasiones previas, tras la presentación del preceptivo recurso por parte del Gobierno, y otras tantas ha obedecido el presidente de la Cámara, Roger Torrent, que no quiere acabar como su predecesora, Carme Forcadell, procesada por la justicia. 

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