Opinión

Una vela a Dios y otra al diablo

Duelo de expresidentes socialistas del Gobierno, contradicciones internas en la política exterior del Ejecutivo actual, falta de explicaciones por parte de un ministro del Gobierno respecto a una vicepresidenta venezolana con prohibición de pisar el espacio Schengen y sobre todo ello las noticias nunca confirmadas ni en sede judicial de financiación ilegal de Podemos por parte del régimen chavista. Desde hace años la situación en el país suramericano es una constante en la política nacional: donde unos ven una dictadura y un régimen tiránico que ha motivado el desplazamiento o la huida de millones de sus habitantes y ha dejado depauperada la economía del país, otros ven un intento de las fuerzas neoliberales para acabar con un experimento que ha conocido mejores días.

Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero tienen visiones radicalmente opuestas sobre un régimen bolivariano que de hecho dirige Nicolás Maduro, mientras que Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea legislativa, es el “presidente encargado” reconocido por medio centenar de países. Mientras que González, amigo íntimo de Carlos Slim, el hombre más rico de América Latina, considera a Maduro un tirano, Zapatero formó parte de las mesa de diálogo entre el Gobierno y la oposición en Cuba pero fue rechazado por esta por su parcialidad en favor del régimen. Donde González considera a Guaidó como "único representante legítimo democráticamente”, Zapatero apoya que Pedro Sánchez no le reciba y considera que acerca de lo que ocurre en Venezuela hay mucha “desinformación”.

Tras ganar la moción de censura, Pedro Sánchez se subió a la cresta de la ola y, como la mayor parte de los países occidentales, reconoció a Guaidó como presidente encargado de Venezuela. Podemos siempre estuvo en contra de esa consideración y recientemente el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, le ha reconocido solo la categoría de “representante importante de la oposición”. Pedro Sánchez entra en una nueva contradicción y queda en evidencia, porque Guaidó ha estado en Davos, donde se ha dado un baño de “presidencialismo” y ha mantenido reuniones con los principales líderes políticos, seguido de una ronda por distintos países. Se equivoca Pedro Sánchez al no recibirle en la Moncloa y derivarle a la ministra de Exteriores, porque España no debe dimitir de desempeñar un papel mediador en los países latinoamericanos en crisis. Recibir a Guaidó no debe ser entendido como un agravio a Nicolás Maduro, y menos cuando España vive la realidad de que las peticiones de asilo de venezolanos en nuestro país se han triplicado en el último año, donde forman una amplísima colonia de opositores al régimen, que lo demostrarán en la manifestación prevista para hoy.

Pedro Sánchez ha realizado una concesión innecesaria a sus socios de gobierno, en lugar de hacer pedagogía, que ha sido rápidamente aprovechada por la oposición para desde Madrid -comunidad y ayuntamiento- dispensar a Guaidó tratamiento de jefe de Estado, en una prueba más de que la política exterior ha abandonado el consenso. Y todo ello tras las explicaciones confusas de José Luis Ábalos sobre su encuentro -¿fortuito?- con la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, que deja al ministro de Transportes en una posición delicada por sus confusas explicaciones.

Te puede interesar