Opinión

Viejas nuevas recetas

El mapa autonómico se tiñó de rojo en las pasadas elecciones porque el PSOE ganó en casi todas las comunidades autónomas, pero como le pasó al PP cuatro años antes, se ha dejado muchos pelos en la gatera, por los pactos entre los partidos de las tres derechas. La Comunidad de Madrid es el último caso y contará a partir de hoy con una nueva presidenta popular, Isabel Díaz Ayuso, tras las arduas negociaciones a tres bandas con Ciudadanos y Vox.

Díaz Ayuso es la coartada del presidente del PP, Pablo Casado, para permanecer en su puesto después de las sucesivas debacles electorales, aunque conservó y recuperó algunas plazas por los pactos tripartitos de derechas. En Madrid, como en Murcia y como ocurrió en Andalucía, el PP ha logrado que Ciudadanos y Vox acaben soportándose a costa de que el partido de ultraderecha rebajara sus pretensiones, al tiempo que conseguía que la lluvia fina de las ideas de Vox acabara calando en el partido de Albert Rivera mediante el retorcimiento del lenguaje.

Con Isabel Díaz Ayuso se acaba la capacidad de la organización del PP en Madrid, que aún sigue descabezada, y de sus líderes de ejercer de contrapunto a la dirección nacional, dada la cercanía personal y política de la nueva presidenta con Pablo Casado, que cuenta por fin con una "baronesa" regional afín y que estará al frente del "laboratorio" de Madrid en el que poner en prácticas las políticas ultraliberales que conforman la nueva ideología del PP, en el que la búsqueda del centro duró el ínterín entre las elecciones generales y las autonómicas.

De hecho, la primera gran propuesta de su discurso de investidura fue una vez más recurrir al caramelo fiscal, a la promesa de “la mayor rebaja fiscal dela historia de Madrid”, que habrá de compaginar con la pretensión de mejorar los servicios sociales en educación y sanidad para reducir las listas de espera. Pero donde Madrid ve una oportunidad en la curva de Laffer, las comunidades limítrofes perciben una especie de dumping fiscal que perjudica sus expectativas de llegada de inversiones.

La decisión anunciada por Díaz Ayuso de que las victimas del terrorismo cuenten con una consejería, es una muestra más de que el PP no va a dejar de utilizar políticamente un asunto sumamente delicado que necesita de una seria reflexión más que de golpes de efecto. Lo mismo que la pretensión de armar una coalición de comunidades autónomas contra los nacionalismos. Cuestiones, en fin, que entran dentro del intento de Pablo Casado de convertir Madrid en territorio de experimentación para cuando alcance el gobierno.

Una vez que Díaz Ayuso vio despejado su camino a la presidencia autonómica comenzó su rally de desmarque de sus predecesoras, Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes, que fueron sus mentoras políticas. Pero no ha podido sacudirse la sombra de la corrupción que ha afectado al partido en Madrid, por casos conocidos -Púnica-, mientras que deberá responder por otros supuestos particulares que deberán ser clarificados y que la oposición no piensa soltar, y sobre el que su socio en el gobierno de coalición, Ciudadanos, ya ha advertido que no transigirá y que puede acarrear un cierta inestabilidad al Ejecutivo madrileño.

Madrid, “rompeolas de todas las Españas”, inicia con Díaz Ayuso una nueva etapa llena de las mismas recetas populares de siempre.

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