Opinión

Volantazo en política exterior

No hay ninguna duda acerca de que el incidente provocado por la presencia de la vicepresidenta del Gobierno venezolano en España Delcy Rodríguez debe ser esclarecido, y conocer definitivamente qué pasó en el aeropuerto de Madrid y cuáles serán sus consecuencias políticas más allá de que constituya munición para la oposición que pretende tirar por elevación hasta llegar al jefe del Ejecutivo, mientras el Gobierno lo rebaja a tormenta en un vaso de agua. Desde hace tiempo la Venezuela de Chaves, primero, y luego de Maduro, parece que se ha convertido en una provincia más de nuestro país, dada la preponderancia que se le da en la política interior, financiación de Podemos incluida aunque nunca demostrada de forma fehaciente, ni tan siquiera en los juzgados. 

Pero a pesar del “caso Ábalos” o el “caso Sánchez”, tirando por elevación, no es Venezuela de lo único que vive la política exterior española acuciada por otros problemas más relevantes como las relaciones con la Unión Europea y Estados Unidos. En ambos casos, el Gobierno ha iniciado un cambio de orientación que es una apuesta arriesgada, muy arriesgada, pero que tiene como finalidad la defensa de los intereses nacionales. Alguien podría ver en esos cambios la actitud de unos “jóvenes nacionalistas” -en denominación estadounidense del comienzo de la Transición-, pero después de años de ausencia de España de la escena internacional -crisis económica mediante- el Gobierno ha decidido plantar cara a determinadas actitud que considera una agresión a un socio leal y fiable para EE UU, o tantas veces ninguneado por las “locomotoras” de la UE, Alemania y Francia.

El Gobierno ha decidido poner al tapete la colaboración militar bilateral con Estados Unidos en relación a las medidas adoptadas por los norteamericanos de imponer aranceles a determinados productos agroalimentarios españoles. Las bases de utilización conjunta de Morón y Rota son esenciales para la política militar y de seguridad estadounidense, que se  integran en el escudo antimisiles que defiende su territorio y que les sirve de plataforma en sus ataques selectivos en Oriente Próximo y Medio. Hasta ahora comercio y bases militares eran dos aspectos bien diferenciados que no se mezclaban como el agua y el aceite, como le explicaron las ministras de Exteriores y Defensa al embajador de Estados Unidos hace unos días. Pero ante el “America first”  de Donald Trump no debiera constituir ninguna sorpresa que el Gobierno utilice todos los mecanismos a su alcance para defender los productos españoles, más cuando se le ha acusado de no haber hecho nada contra la imposición de aranceles. El PP debe decir ahora de parte de quien se pone en esta cuestión crucial de la política exterior. Se admiten apuestas.

Respecto a la UE, el Ejecutivo ha decidido no unirse al eje franco-alemán para afrontar la etapa “posbrexit”. Hasta ahora ha ido siempre a remolque de las iniciativas de estos países a pesar de los desaires que ha recibido con demasiada frecuencia, aunque ha sido un socio fidelísimo y comprometido con el europeismo, que no se romperá con la presencia en el Ejecutivo de un partido más escéptico sobre la deriva de la UE, como es Unidas Podemos, más preocupado por la Europa social que por el mercado común. No por ello España va a dejar de tener el peso económico y poblacional que tiene y debe ser un país determinante sea cual sea el lado del que se ponga para defender sus interese nacionales. Al parecer, ha llegado a la política exterior un nuevo grupo de jóvenes nacionalistas… españoles.

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