Opinión

El colebar

Se me ocurre que, como los colegios son lugares seguros para pasar la pandemia, podría dictarse una norma que permitiese convertir los vestíbulos de los centros educativos en cafeterías. Espacio hay. Y los hosteleros seguro que encantados de hallar alternativas a la penuria de tener que pagar siempre ellos el «Pato Covid».

Realmente, ¿en qué cabeza cabe que un recinto cerrado, con aulas, pasillos, baños, comedores, etc., donde se meten 500 personas cada día, sea considerado «lugar seguro» contra el virus? Si es para que los padres concilien, que lo digan, porque comulgar, comulgar, es más cómodo hacerlo con la Sagrada Forma que con ruedas de molino. Y como nadie puede asegurar el sitio exacto donde uno se contagia, pues nada, todos al cole; que si enfermamos, al menos, lo habremos hecho con educación.

En este sinsentido en el que estamos instalados -haciendo lo que contenta en lugar de lo correcto-, me pregunto si, quizás, los colegios no podrían ser parte de la causa del aumento de contagios que se da sistemáticamente en toda España. No, decir eso es una barbaridad. ¿Cómo van a contagiar los niños?, por Dios. El coronavirus se lo ha pensado dos veces y permite que algunos alumnos se saquen la mascarilla, la llenen de mocos, toquen a los compañeros, tosan, estornuden, digan que están incómodos con ese trapo en la boca y se pasen cuatro o cinco horas estirándolo como una honda, mientras los profesores disparan fogonazos de gel para neutralizar la posible acción vírica y hacen equilibrios entre sus labores docentes y decentes.

¡Ah!, pero conciliamos, que es lo importante. No podremos salir a tomar café, pero el aparcamiento infantil lo tenemos asegurado. De igual forma que no protestamos cuando vemos a futbolistas de élite viajando por Europa para disputar partidos; a Nadal ganar Roland Garros, o a la gente en televisión hablando sin guardar las distancias y sin mascarillas. Todo esto pertenece al mundo feliz.

No se tomen a broma lo del «colebar». A este paso, mismamente podríamos habilitar zonas en las escuelas para montar mini centros comerciales, total, parece ser que el virus anda peleado con la sabiduría y quizás la vacuna haya que buscarla sublimando pizarras y condensando el aire con olor a tiza, en lugar de tanto ensayo de laboratorio y tonterías de esas.

En fin, interpretando el CIS podríamos decir que preferimos morir en la UCI antes que morir de hambre. Si es así, no nos queda más remedio que adaptar el refrán y proclamar: “A Dios rogando y con el mazo conciliando”. Apliquemos bien esa frase y no habrá pandemia que se nos resista. Jorobados, sí, pero contentos; y con los niños metidos en las burbujas, ¿qué más se le puede pedir a la vida?

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