Opinión

El señor Kwadwo

Hay un profesor en Ghana que enseña informática dibujando con tizas en la pizarra lo que sería una página de ordenador. En la descripción incluye los cuadraditos de herramientas y todos los iconos que en la vida real —o sea, en la virtual— utilizamos para escribir en Word, el famoso programa informático. Fascinante jeroglífico… Piensen qué hubiese pasado por nuestra mente hace algunas décadas si alguien apareciera un día en clase y empezase a llenar el

encerado con esos extraños dibujos.
El caso es que los alumnos están encantados: el “arte de pizarra” de su maestro es lo más parecido a la modernidad que han visto en sus vidas; de ahí que el señor Kwadwo, que así se llama el profesor, consiga niveles de atención inigualables, y lo mejor de todo: los niños reciben como esponjas una formación en tecnologías de la comunicación que, de otro modo, solo podría transmitirles contándoles que un día alguien mordió una manzana (Blancanieves aparte) y desde entonces el mundo cambió para convertirse en un lugar de seres menos reales pero más veloces, capaces de llegar a cualquier sitio con solo mover un dedo.

Esto dicho así en una escuela rural de Ghana suena a mitológico, pero reconozcamos que el señor Kwadwo ha dado en la tecla. Ha estimulado la imaginación de unos niños condenados, como poco, a ser siempre terceros, porque viven en lo que llamamos “tercer mundo”. Y no solo eso: con esta idea el maestro lanza también una llamada de atención por la falta de medios que padecen los colegios de su país. 
Y claro, ha sido conocerse la noticia y la cosa se ha hecho viral en los ordenadores construidos con plástico, vidrio, cobre, hierro y aluminio —no en los de tiza—. Una ola de solidaridad internacional lo recorre todo en forma de campaña de ayuda al señor Kwadwo por lo impagable de su método, tan eficaz para el despertar creativo. El tema resulta sorprendente porque en latitudes como las nuestras, en lugar de dibujarlos, a los ordenadores los reciclamos en función de las modas que imponen las manzanas mordidas y otros frutos.
No digo que la tecnología reste creatividad (aunque lo piense), pero reconozcamos que las neuronas se nos han vuelto un poco holgazanas: ya no nos sabemos los números de teléfono, y a la mínima, recurrimos al gooloso buscador para hallar respuestas. África nos ha sacado los colores y los ha puesto en una pizarra. ¿Qué más podemos hacer que sumar, restar, multiplicar y dividir, profesor Kwadwo? Y él nos responde: creer y crear.

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