Opinión

Foodbol

¡Qué rico es el fútbol…! Junto con la Lotería de Navidad no hay nada que mueva tantas conciencias de “entretén y miento”. Son dos asuntos que han alcanzado en nuestras vidas alturas de cuestión de Estado. Y como se trata de disfrutar pulsando la tecla de las emociones, pues nada, dispongámonos ante la tele con la ración de “foodbol”, ahora que toca Mundial, y en diciembre, cuando el mes estrene vacaciones de invierno, estemos atentos a la sonatina del: “Mil euros…” por si se nos aviene el Gordo y con él, un ataque de solidaridad pensando en nobles causas donde invertir el dinero.

Como todo monstruo, al fútbol le han salido apéndices que afean su estructura. Esto pasa en el deporte y también en otros ámbitos. Dinero y poder forman un cuerpo hermafrodita que se retroalimenta en descontrolada carrera, solo atenuada por los ciclos económicos y sociales, recordando que hay otras razones más genuinas a lo largo de la existencia humana. Es como el dedo meñique: comparado con el hígado es una insignificancia, y podríamos prescindir de él, aunque su falta nos haría incompletos.

Ahora que Trump y Kim son amigos y que la amenaza de guerra se ha desactivado, es la tragedia de los migrantes (antes llamados “inmigrantes”) la que se ha situado en primera línea. Ahora que el exseleccionador ya es entrenador y que la vida recobra su aparente normalidad tras los terremotos ministeriales (réplicas aparte), ahora, digo, nos regalamos sobredosis de solidaridad viendo al “Aquarius” navegar sobre olas de hipocresía; entre el “me lo quedo” y el “se lo lleven” vamos aliñando la cosa y anunciamos el fin de inhumanas alambradas y, de paso, apelamos al gratuito “hay que hacer algo…”. La indignidad humana siempre ha sido buena moneda de cambio y no interesa acabar con ella, quizás porque si lo hiciésemos la balanza dinero-poder se desequilibraría, y claro, así no compensa.

Seguro que hay buena fe en todo esto y que se intentan gestionar los temas de la mejor manera posible, pero igual que los atentados —que son más atentados según la renta per cápita—, lo del “Aquarius” vende porque en ese barco van muchas personas. Las pateras siguen llegando a decenas, repletas de desgraciados empujados por el hambre y las mafias, pero como eso ya es lo habitual, vende menos. A no ser que un día uno de esos náufragos toque tierra y diga que juega bien al fútbol. Entonces, cuidado, porque Europa lo recibirá con los brazos abiertos. Es lo que tiene el balompié, que ante todo es juego limpio y un dechado de valores y convivencia. Digo yo.

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