Opinión

Manzana

El Plátano se pasa la vida compitiendo con la Banana; el Melocotón tiene más fama cosmética, por su piel; al Kiwi le pusieron nombre de pájaro y al Coco lo critican por seco. Sin olvidar que al Melón lo asemejan con una cabeza grande; que de la Sandía dicen que solo es agua; que a la Pera la relacionan con los enemas, y que a las Frutas del Bosque y a las Tropicales las agrupan porque individualmente carecen de personalidad.

En fin, que así podríamos seguir con estos saludables alimentos, dando cuenta de sus penurias, aunque exceptuando a una fruta que se ha ganado por mérito propio elevarse ante el desprestigio. Me refiero a la reina de todas (o quizás debiera decir “reineta”): la Manzana.

No sé muy bien a qué debe su fama, desde luego no a sus excelentes propiedades nutritivas, como tienen la mayoría de las frutas. La historia la ha encumbrado por todo menos por su valor alimenticio: Adán y Eva, ya saben…; Newton por sus leyes de la gravitación; Blancanieves por su fatalidad al comerse una envenenada; los Beatles, convirtiéndola en icono del diseño discográfico, y en los últimos años, incluso mordida, ha sido el logotipo más conocido del mundo.

Religión, ciencia, marketing, tecnología… todo menos alimento, pero ahí está la manzana, como tantas otras cosas cuyo prestigio emerge de pronto como una burbuja de agua hirviendo, con la diferencia de que esta fruta lleva siglos en la cúspide del estrellato y no hay, por ejemplo, Albaricoque que le haga sombra, o Claudia —que comparte denominación con nombre de persona— que la supere en cercanía al ser humano.

Puede que algún día se estudie en las universidades el poder persuasivo de la manzana, siendo como es, sencilla y humilde, sin formas estridentes ni colores llamativos. Posiblemente por eso destaca. 

A veces le pasa como a la Uva, que la transforman en otra cosa que nada tiene que ver con su genuino origen, aunque, como en todo lo bueno, la originalidad es lo que cuenta. Imitaciones las ha habido y las seguirá habiendo en el mundo de las frutas y en los otros, pero la manzana permanecerá tan lozana como en el Principio, porque así ha sido y así ha de ser. Tan frágil que un golpe te daña, tan efímera que al pelarte te afeas, pero precisamente en tu debilidad reside tu encanto, oh, reina del frutero, emperatriz de la merienda sana.

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