Opinión

Adversario no es lo mismo que enemigo

España padece en nuestros días lo que Indro Montanelli calificaba la “sobreexposición de la política”, léase el hartazgo de la población por un fenómeno que ya resulta aburrido. Y lo que es peor, el discurso del odio puro y simple se ha instalado sobre la certeza escatológica, según el caso, de que el bien y la verdad está sólo de un lado y no es algo compartido. Únese a este hecho el de una vertiginosa profesionalización de la política como medio de vida, en todos los partidos, todos, donde se instalan personas sin el contraste de poseer oficio laboral alguno propiamente o haberlo ejercido, o disponer de preparación para ello. Y no digamos ya nada de la corrupción sistemática o el modo descarado de aprovecharse de un cargo. Pero es que, además, el discurso de la política no son ya hechos, sino las opiniones y descalificaciones de unos contra otros.

Decía Montanelli que en política hay varias clases de hombres. A saber: “Los imprescindibles, los necesarios, los corrientes, los prescindibles, los innecesarios y los nefastos y perturbadores”. Basta con ver las informaciones y editoriales de los periódicos y las redes sociales para observar dónde encuadrar a la clase política española en alguna de las categorías que describió el gran maestro. Y si en el escenario de la política nacional eso es evidente, si uno va descendiendo hasta el territorio municipal se llega a situaciones de lo más pintoresco.

Con su típico sentido del humor italiano, el gran Montanelli decía que en su Italia natal (pero sirve para la España de nuestros días) había que ir a votar, “pero tapándose la nariz” y, ante la desorientación de los ciudadanos, sugería un ingenioso modo de decidir el voto cuando llegara la ocasión. Proponía que se hicieron un listado, por columnas con los nombres de las diversa opciones o candidatos, y que debajo se fueran escribiendo los motivos para no votar a unos y a otros. Concluida la lista, se debería votar al que tuviera la columna más corta de motivos en contra.

A lo largo de mi largo recorrido de periodista tuve la suerte de poder entrevistar a diversos personajes de la historia reciente de España que fueron figuras importantes durante la II República y el franquismo. Y en esa lista figuran Gil Robles, el jefe de la CEDA; el falangista y luego opositor a Diosinio Riduejo; los comunistas Enrique Líster y Carrllo; el dirigente de CC,OO. Marcelino Camacho; los generales Gutiérrez Mellado y Díez Alegría; los ministros de Franco Castiella, Gonzalo de la Mora o Licinio de la Fuente, y hasta a Celia Gámez, y por supuesto personajes gallegos diversos, desde Paz Andrade a Blanco Amor, Otero Pedrayo, Xaquín Lorenzo, Cunqueiro o Castroviejo o Eugenio Montes o Ferro Couseselo.

Desde la variedad de posiciones intelectuales e ideológicas, cuando los conocía eran todos ellos ya hombres maduros, mayores, y en algunos casos ancianos, y en todos ellos capté el pálpito consciente de que los españoles deberíamos superar los errores que los enfrentaron en algunos casos trágicamente. Y la clave de la convivencia está en el respeto por el otro, en que no se debe confundir -como se hace aquí- adversario con enemigo. En ese sentido, me impresionó mucho el respeto con que el comunista Lister se refería a los soldados del otro bando contra los que combatió.

Te puede interesar