Opinión

Aquellas “Charlas al viento” de Madriñán

Todavía quedarán ourensanos que, como yo mismo, recordarán aquellas inolvidables “Charlas al viento” de aquel interesantísimo personaje que fue Luis Madriñán Neira y que una vez a la semana emitía Radio Ourense hacia el final de la noche. No creo que quede ninguna grabación de aquellas charlas y me gustaría descubrir que se conserva alguno de sus textos. Mis recuerdos de Madriñán los alimenta mi ya difusa memoria de oyente y sobre todo lo que sobre él y sus divertidas anécdotas me contó Segundo Alvarado Feijoo-Montenegro.

Tenía Luis Madriñán una voz nasalizada, personal, con la que contaba por la radio anécdotas, sucedidos y recuerdos de aquel lejano y feliz Ourense, y era el presentador de cuantos festivales y actos sociales que se celebraban en el ya entonces viejo Teatro Principal, escenario de gran parte de la vida social de la ciudad. Ya me gustaría a mí tener las dotes, conocimientos y saberes de que disponía Madriñán de las cosas de su tiempo y de otros. Era un excelente charlista y contador de historias, siempre documentado y ameno.

Frisaría yo los doce años cuando empecé a escuchar aquellas charlas con las que tanto aprendíamos sus oyentes. Luis Madriñán fue un temprano colaborador de Radio Orense, apenas nacida la emisora de Ramón Puga, como ya he contado otras veces. Es ese tipo de personajes imprescindibles en toda iniciativa cultural. Amigo de Blanco Amor desde su juventud, poseía la cultura de quien ha leído mucho y se ha desenvuelto desde la infancia en un ambiente de libros.

Su relato de cosas y de personas de Ourense te volvían a sumergir en el ambiente y el escenario de una ciudad provinciana, pero que por su actividad cultural de coros, bandas, rondallas, tertulias (como las del café y Hotel Miño) y sociedades varias se ganara ser reconocida como la Atenas de Galicia. Por su memoria volvían a revivir toda suerte de personajes, fiestas y sucedidos diversos, con precisión y frecuente prueba de humor.

Fue Luis Madriñán quien, el 24 de octubre 1935 denunció por la radio la extraña y nunca aclarada desaparición del monolito que en 1913 se levantara al lado del puente viejo en recuerdo y memoria de Curros Enríquez, por iniciativa, entre otros, de Antonio Rey Soto y Eugenio López Aydillo. Por cierto que en el lugar donde estuvo este monumento se enterraron ejemplares de las obras de Curros Enríquez que, si el tiempo no se las ha comido, siguen allí. El punto era la ribera rocosa frente a la ermita de Os Remedios. Era un espacio muy visitado y muchos ourensanos de los dos lados del río se fotografiaron allí.

Al día siguiente, La Región recoge la noticia y precisa: “No se sabe ni cuándo tuvo lugar la desaparición”. Madriñán eleva la denuncia del hecho a la Corporación Municipal y un periodista añade: “Nosotros creemos que debería hacerse extensiva a la Comisión Provincial de Monumentos”.

Madriñán, elegantemente vestido, era el presentador de los eventos sociales, obras benéficas, festivales o funciones diversas en el Principal. El público de los niveles superiores (lo que conocemos como “poleiro”) solía ser, y especialmente en Ourense, bastante zumbón y burlón.

Contaba Alvarado que en aquel tiempo, los palcos del primer nivel del teatro tenían unas cortinillas que se descubrían para ver la función. Y en Ourense, como en el resto de España, era costumbre que la gente llegara tarde al teatro, por lo que en contra de lo que es habitual en Europa, se diera a los impuntuales los llamados “diez minutos de cortesía”. Había en Ourense unas señoritas de lo que entonces se llamaba buena sociedad, que para hacer notar su presencia llegaban siempre tarde, de modo que, al descorrer la cortina, el público miraba hacia el palco y ellas se recreaban al comprobar que se habían convertido en el centro de atención de toda la sala. No recuerdo su apellido, pero pongamos que eran “las de Martínez” para que encaje nuestra historia.

Esta vez se trataba de un festival benéfico con ese tipo de actuaciones clásicas en las ciudades provincianas, pero que son muy del agrado de las mamás de las debutantes y del público en general. Se abre el telón y sale el atildado Luis Madriñán, quien con aquella voz tan peculiar comienza: “Señoras, señores, ahora que estamos aquí todos…”. Ya no pudo seguir. Desde el gallinero una voz lo interpeló: “Non, ainda faltan as de Martínez”. Y como si todo estuviera sincronizado, en ese preciso momento se descorre las cortinilla y aparecen en escena las Martínez… La explosión de risa fue tan estruendosa y se armó tal barullo y rechifla que Madriñán abandonó la escena hasta que las cosas se calmaron y los ourensanos presentes recobraron la compostura y pudo empezar la función.

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