Opinión

Aquellos cines que tuvo Ourense, donde tantas veces soñamos

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La foto de la página de La Región que ilustra este artículo corresponde a un día histórico, el 30 de marzo de 1975, en que el viejo “Principal” proyectó su última película antes de cerrar como cine comercial. Salvado de milagro de la piqueta, gracias al esfuerzo cívico del pueblo de Ourense, es el único superviviente de un tiempo evocado que generaciones de ouresanos recordamos con cariño. En mi caso, cada vez que voy por esta ciudad, con menos frecuencia de la que quisiera, echo de menos aquellos cines de mi juventud y la de tantos donde soñamos y fuimos felices, en las sesiones infantiles o de tarde.

Hemos de agradecer, y quiero subrayarlo aquí, que debemos al inolvidable trabajo de Anselmo López Morais, cronista de lo cotidiano, el habernos dejado, precisamente en las páginas de La Región el testimonio rescatado de esta ciudad a lo largo del pasado siglo XX, ponderando, en este caso, la función de asueto y relación social que nos proporcionaron los viejos cines que algunos seguimos recordando como yo.

Contaba López Morais que el “Principal”, de cuyo edificio pueden disfrutar los vecinos del moderno Ourense fue abierto sobre 1927, como teatro y centro de espectáculos, con una magnífica estructura de teatro italiano. Para los chavales de mi tiempo, en aquellos lejanos días escolares, a falta de circulante, nos valía ir a general, gallinero o democrático “poleiro”. El “Principal” fue además cine experimental, donde por primera vez se ensayó el sistema de cine en relieve que exigía disponer de unas gafas que te proporcionaban al entrar. Pero, en la crónica social de Ourense, esta sala tiene una nutrida hoja de servicios de tiempos lejanos y felices que no conocí, personalmente, pero sí a quienes la conocieron.

Pero el gran cine de Ourense fue, en su tiempo, el “Losada”, también teatro y sala de actos sociales y políticos, por donde pasaron en los años treinta los principales personajes de la II República. Yo actué sobre sus tablas en mis tiempos en el teatro juvenil, luego “Valle Inclán” de Alvarado y presenté varios festivales. Era magnífico, con un amplio fondo bajo el escenario para todo tipo de efectos teatrales y varios camerinos. Me da mucha pena pasar por delante. Este cine fue inaugurado en la nochebuena de 1928. Como teatro, vio desfilar a las mejores compañías de teatro y revista de España o al mismísimo Machin.

Sentí gran pena cuando hace unos años entré a ver qué había pasado en el “Xesteira”, que cosa que no saben muchos ourensanos, fue en su tiempo uno de los mejores cines de España en todos los sentidos. Se abrió en 1941. Era famoso por el juego de luces y el cinemascope que permitía disfrutar como en pocos de las grandes producciones de Hollywood. Fue el cine elegido por Cesáreo González para estrenar “El balcón de la luna” (1962) donde se reunió a las tres grandes folklóricas de la época, Lola Flores, Carmen Sevilla y Paquita Rico, todo un acontecimiento como nunca se viera en Ourense. El famoso productor era de Vigo, aunque su familia procedía de Nogueira de Ramuín. La única vez que vi al Xesteira convertido en una especie de cafetería me dieron ganas de llorar.

Cine cómodo y popular, pese a su modestia, era el “Mary2”, abierto en 1946, que contaba en su decoración con algunas ilustraciones pintadas por Prego de Oliver. Luego de la primera experiencia del “Principal”, también aquí se exhibieron películas en relieve, que había que ver con unas gafas que te daban a la entrada y que todavía conservo en alguna parte. Me gustaría saber qué fue de las pinturas de Prego. Otro cine de gran comodidad por su tamaño era el “Avenida”, posiblemente el último al que yo asistí. Este se abriera en 1948. También era apreciable la combinación de luces de esta sala, cuyo escenario estaba flanqueado por dos grandes paneles de Agustín Portela.

Como viví en El Puente, todavía pude ir a alguna función del cine “Yago”, también de aquellos años cuarenta, abierto en 1949. Si no yerro en el nombre y en el recuerdo, en la calle del Concejo había un espacio abierto, con un cine al aire libre llamado “El Airiños”, que también daba espectáculos. Este lo frecuenté menos. López Moraris lo databa en julio-agosto de 1959.

Ya saben que el recuerdo es el único paraíso del que nunca podrán arrojarnos.

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