Opinión

El feo del embajador de Irán a la reina Letizia y sus evidencias

Uno de los principios de la diplomacia (Véase el clásico “Tratado de Derecho Diplomático” de Vidal y Saura), desde que ésta existe, es el respeto a los modos, usos, tradiciones, fórmulas y presentaciones de país al que se acude como representante, que impone respeto a los mismos. Cuando la reina consorte visitó con el rey Felipe VI el mausoleo de Hassan II se cubrió con un velo, según la tradición musulmana y se descalzó donde tuvo que descalzarse. Cuando el embajador de Irán presenta sus cartas credenciales o acude a una recepción de Estado debe respetar los usos de cortesía del país donde se halla. En este caso, hubiera bastado al menos con un leve gesto con la mano hacia la reina o una aproximación respetuosa como desarrollo del saludo, con motivo de la recepción al cuerpo diplomático. Como nos enseñó Giovanni Sartori, Occidente debe ser riguroso en todo momento en la defensa de los valores de su cultura. Esta pudo ser una buena ocasión para exigir al diplomático muslím (es decir, musulmán) esa reciprocidad. Me parece insólito y rechazo de plano que se justifique su conducta, y como periodista y profesor universitario discrepo de que se acusen a los periodistas que redactaron la noticia sobre el desaire a la reina consorte de ignorancia, error, mala intención o parcialidad al resumir, de modo evidente, el carácter del gesto del embajador hijo del profeta. ¿Se imaginan a un embajador de España que no se atuviera a las normas vigentes en un acto semejante en un país musulmán?

No puedo creer que los servicios de protocolo de la Casa Real ni el Ministerio de Asuntos Exteriores hayan pactado, asumido, aceptado o plegado ante el desaire a la reina y menos cuando el mundo civilizado se alza contundentemente contra la forma en que el integrismo musulmán niega los derechos de la mujer como ocurre en Irán. Lamentablemente, hemos asistido a la cobardía, cesión o renuncia a la defensa de los propios valores de la sociedad occidental, cuando con ocasión de la visita a Europa de otro de los dirigentes de Irán se taparon los desnudos de esculturas clásicas para no ofender al islamita. De este modo, como ahora justifican algunos el gesto del diplomático iraní, se renunciaba a los fundamentos de lo que somos.

Cierto que el protocolo tiene que ser didáctico, empezando justamente por mantener en alto los valores de nuestra cultura., ya que, además, cualquier persona –y yo lo he hecho- que haya viajado a países musulmanes, unos más extremos que otros, conocemos el rigor con que defienden sus propis fundamentos. Y sobre Diplomacia y Protocolos, invito a la lectura de a la obra de José Sebastián de Erice y O’Shea “Derecho Diplomático” (dos tomos). Pero lo peor no es la escena en sí, sino que se justifique y se acuse a los periodistas de haber contado lo que todos vimos. Decían los romanos que el mejor modo de contar las cosas es hacerlo como haría cualquier persona normal. Insisto. Yo creo que los occidentales debemos mantener y defender en nuestro espacio nuestros propios valores como defienden, proclaman, cuidan e imponen los hijos del profeta en los suyos. No me hagan caso. Lean el libro “La sociedad multiétnica” de Guivanni Sartori (uno de los grandes sociólogos del siglo XX) que plantea hasta qué punto hemos de ser tolerantes con los intolerantes, precisamente, de modo especial, con el integrismo islámico, tan evidente hasta en pequeños gestos.

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