Opinión

Múgica era contrario a legalizar Batasuna

Cuando el otro día, en el Senado, el doctor Pedro Sánchez recontó los servicios que Zapatero y otros de su partido habían prestado en orden a que ETA dejara de pegar tiros en la nuca, se olvidó de citar justamente a otro destacado miembro de su partido, hermano por cierto de uno de los socialistas asesinados por la banda terrorista. Me refiero a Enrique Múgica, quien siendo ministro de Justicia en 1991, ordenó la dispersión de todos los presos de ETA por las diversas prisiones de España. Y que se manifestó en contra de la legalización de Batasuna, que él consideró una mera sucesora del brazo político de ETA. Y entonces dijo que “ hablar de la posible reinserción de presos de ETA condenados por delitos de sangre es hacer el juego a la paranoia terrorista”. Y agregó que la política de dispersión de los presos de ETA estaba dando resultados y afirmó: “Da la impresión de que las últimas acciones de las gestoras vascas en apoyo de la inmovilidad de los presos acusados de terrorismo están cargadas de nerviosismo, lo que confirma la eficacia de la política de dispersión establecida por la Dirección General de Instituciones Penitenciarias”. Múgica falleció, lamentablemente, como consecuencia de la reciente pandemia que padecimos, pero conviene recuperar sus palabras y sus actos. Máxime, cuando ETA asesinó a su propio hermano Fernando por parte del Comando Donosti, manifestó que estaba orgulloso del resultado de aquella dispersión.

Partidario de ilegalizar a Batasuna, dijo más: Había que ilegalizar al brazo político de ETA en todas sus formas y variaciones. Y en ese sentido dejó clara su postura: “Se ilegalizó HB. El Tribunal Supremo decretó que no había que legalizar a los sucesores de HB, Sortu o Bildu con argumentos de Derecho. Sortu y Bildu son sucesores de Batasuna y eso es algo que todos los vascos lo saben. Lo saben los jueces, la policía y todos los ciudadanos vascos, voten a Batasuna o voten a partidos democráticos, lo saben”.

Múgica, respetuoso con la ley añadiera: “No critico al Tribunal Constitucional, los hechos y fundamentos de Derecho que acogió la sentencia del Supremo las acato, aunque no la respeto. Quiero decir que no fue una mayoría del Tribunal Constitucional, fue un solo miembro, un voto más que hizo la mayoría para legalizar a los cómplices de ETA”. Estaba decepcionado y recordaba que por un solo voto se permitió que Bildu tomara el relevo de Batasuna y añadió: “Esa legalización supone un retroceso y temo que si los ‘batasunos’ no logran sus objetivos políticos puedan volver a ejercer la violencia: quien es nazi, nunca deja de serlo”.

Pero en su largo discurso de respuesta a Núñez Feijoo, Pedro Sánchez se olvidó de Múgica. No convenía citarlo. Claro que no. Porque Múgica significaba la voz discrepante, alertadora y que, con enorme intuición, previno de los riesgos de tratar al brazo político de ETA con la confianza que acabaría otorgándole Pedro Sánchez al pactar con este partido, pese a sus advertencias anteriores, no sólo la moción de censura que lo llevó a la Moncloa, sino el resto de sus más trascendentales decisiones, como luego se viera. Era evidente que al recontar el proceso final de ETA en su etapa criminal, no le convenía recordar las palabras y gestos del ausente Múgica.

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