Opinión

Otra inolvidable actriz ourensana de los sesenta que fue Dora Espinar

Dora Espinar recuerda Ourense.
photo_camera Dora Espinar recuerda Ourense.

Otras veces he traído aquí el recuerdo de aquellas formidables actrices ourensanas de los años sesenta, que divido en dos etapas. Primero, las del Teatro de Cámara y Ensayo, como fueron Chonina Vilanova, Rebeca López de Turiso o Guadalupe Espinar; y luego la siguiente generación, del Teatro Juvenil de Ourense, luego Valle Inclán, en ambos casos, bajo la dirección de Segundo Alvarado. A esta época corresponden María Luz García, Marisa Calvo y Dora Espinar, de la que nunca he hablado. Enfermera de profesión, hermana de Guadalupe, vive en Canarias, pero conserva un gran cariño a Ourense y el recuerdo de aquellos felices y lejanos años. Dora o Dorita Espinar obtuvo en 1966 en el Certamen Nacional de Teatro Juvenil, celebrado en el Teatro Romea de Murcia, el premio nacional de interpretación femenina, como la mejor actriz del certamen, aquel mismo año en que el grupo de Ourense ganamos el primer premio absoluto con la puesta en escena del drama de Fritz Hochwälder “Donadieu”, que fue nuestra obra más premiada y no creo que haya habido otra en la historia del teatro ourensano.

Guadalupe, la hermana de Dora, ya obtuviera el premio a la mejor interpretación femenina con “La mujer del abanico” anteriormente. Y Dora ya había recogido el mismo premio a la mejor actriz en Lugo en 1965, en la fase previa del concurso nacional y en el Galardón del Duero en Zamora.

Al ojear las viejas fotos, programas y recortes de aquellos tiempos, todavía me emociono al recordar la interpretación de Dora, llena de singular ternura. Tenía Alvarado especial talento para encajar a cada miembro de aquel grupo en el papel que mejor le iba y el resultado era lo que cabía esperar de su genio. La obra en cuestión se sitúa en las guerras de religión de Francia entre los siglos XVI y XVII, cuando los hugonotes, enfrentados con los católicos, sufrieron una terrible persecución y guerras hasta el Edicto de Nantes. Por cierto, que de ahí procede la familia reinante en España, en parte, pues descienden por un lado de Enrique IV, aquel Borbón hugonote que se hizo católico para ser rey de Francia, y dijo aquello de “Paris bien vale una misa”. Lo que lo define para la historia. 

La obra, donde quiero destacar los papeles de Dora y de Mariluz (lamentablemente ya fallecida) se desarrolla en el Castillo del señor de Donadieu, noble hugonote al que llegan una noche de tormenta dos caballeros del rey que van a proclamar el Edicto de Arlés, que debe poner fin a las disputas. Los dos caballeros son acogidos con hospitalidad, pero Dora Espinar, que hacía el papel de Judith, la hija de Donadieu, reconoce en uno de ellos al cruel asaltante tiempo atrás del castillo, cuando era niña, y que resulta ser el mismo personaje que asesino a su madre y a todas las personas presentes en aquel momento con especial crueldad. Dora bordaba el papel. Descubierto quien es el personaje, a Donadieu (papel que hacia José Manuel Blanco)  se le plantea el dilema de hacer justicia o venganza, con lo que se romperá la tregua o aceptar que aquel monstruo salga con vida, suponiendo que tendrán que matar también al otro enviado. La trama se complica de tal modo que en el transcurso de la pieza queda al descubierto la clase de sujeto que es el caballero, llamado Du Bosc, y al final el otro que lo acompaña, Lavalette, que era yo, al descubrir la maldad de su compañero lo mata en duelo. Ya he contado que para esa secuencia recibimos clases de esgrima de Osorio, y salimos del plano de escena, de modo que se escucha un grito, irrumpe en el escenario primero el malo, y no se sabe si ha matado al bueno, titubea, pero se derrumba. La obra acaba marchando Donadieu y el otro caballero a proclamar la paz definitiva. Era una pieza de una gran tensión dramática. El malo era Alberto Fernández. Vicente López Losada hacía de mercenario alemán; Manolo Vidal de poeta; Manuel Sampayo de criado y Miguel Angel Gómez de Pastor. El vestuario nos lo enviaba la Sastrería de Cine y Teatro Peris.

Dora Espinar tenía un difícil papel que es una parte esencial de la trama, pues tras descubrir al asesino y revelárselo a su padre, tiene que contenerse y atender al rufián como si nada pasara. Interpretaba su papel con tal ternura que a los otros actores en escena también nos conmovía. Alonso, el entrevistador por excelencia de “La Región” le hizo en aquellos días una hermosa entrevista que yo he guardado como parte de nuestra propia historia. Los veteranos del Teatro Juvenil, luego Valle Inclán, que vamos quedando, teníamos el proyecto de reunirnos y ver de montar, como teatro leído, algunos fragmentos de nuestras obras de aquellos años. El gran animador de la idea era nuestro compañero Fernando Gabelo, que lamentablemente ya no está con nosotros, pero que era como un nexo de unión entre todos. ¿Quién sabe si será posible? Con esto de la pandemia se nos han cortado los proyectos, pero veremos si los recuperamos.

Te puede interesar