Opinión

La venta de productos falsificados y el problema humano conexo

Desde la Ley de la Propiedad Industrial a la de Marcas de la Ley de Propiedad Intelectual a los convenios internacionales de los que España es signataria en ese ámbito, ningún estado moderno puede ignorar que no es posible convertir en legal la venta de falsificaciones. España, como miembro de todas las organizaciones, convenios y entidades que persiguen la piratería, está obligada a impedir estos negocios ilegales, lo que ya obligó a cerrar el viejo mercado vigués de La Piedra, tradicional y tolerado mercado de diversas labores y géneros de contrabando, señalado hasta en los Estados Unidos como uno de los focos mundiales del fraude comercial. Pero apenas unos metros, los manteros vendían los mismos productos sin ser molestados. Ahora La Piedra de Vigo se ha reconvertido. Menos típica, pero más legal, tras estar cerrada varios años.

Hay falsificaciones especialmente peligrosas, como la de juguetes. El Instituto Galego de Consumo tiene un museo de los horrores, de objetos retirados de los bazares orientales. Los plásticos quebradizos de algunas piezas se convierten en armas mortales, y las pinturas y recubrimientos contienen puro veneno que, dada la tendencia de los bebés de llevar todo a la boca, pueden producirles la muerte. Muchos de los productos chinos siguen sin cumplir los estándares de calidad que exige la Unión Europea y el conjunto de normas de protección de los consumidores. Según datos de la Cámara de Comercio de Madrid y la Asociación Nacional de Defensa de la Marca (Andema), uno de cada seis consumidores españoles admite comprar falsificaciones a pesar de conocer que lo que adquieren no es auténtico. Además, la crisis hace aún más atractivo consumir productos falsificados cuyo precio es hasta diez veces menor que el original. En otros países, como Francia, se multa a los compradores. 

Los artículos falsificados proceden mayormente de Oriente, pero también se falsifica en países del Este, en la misma España o Portugal y Marruecos. La venta ilegal es la única forma de subsistencia para miles der personas. El problema humano tiene difícil solución. De todos modos, antiguos manteros fueron capaces con ingenio de salir adelante con negocios de artesanía de sus países, y otros, de la mano de Podemos, ya están viviendo de la política. Según datos de la de la Asociación Mundial de Consumidores (WCO), el mercado de las copias, sólo de la moda y sus complementos mueve más de 600.000 millones de euros al año. Se dice que el poder social de la marca es tal que, en lugar de dejar de comprarlas, muchos optan por adquirir su versión falsificada. Es una forma de entender la vida, instalados en vanidades y apariencias. La mercancía ilegal es enviada bajo falsos manifiestos a grandes puertos de Europa y distribuida posteriormente a los mercados elegidos. 

Según datos del Ministerio del Interior, al año se incautan en España del orden de los 10 millones de objetos falsificados, pero se reconoce que apenas representa una mínima parte del negocio de la falsificación industrial. China envía a diario contenedores de estos productos que ya cuentan con su propia red distribuidora, con intermediarios diversos. Del total de productos aprehendidos, siete de cada diez están protegidos por propiedad industrial -juguetes, electrónica, textil, calzado, complementos, cosméticos o relojes, mientras que los otros tres, por la propiedad intelectual: cds, dvds, o material reprográfico y electrónico.

No se trata de reprimir la venta ambulante legal, pero las normas sobre marcas y comercio internacional obligan a España a perseguir la venta ilegal. Las manifestaciones en defensa de la actividad de las personas que viven de la venta ambulante tolerada responde a un lema que hace que pensar y reconocer que para no tienen otro camino y que es su único modo de sobrevivir. ¿Pero qué hacer si no existe otra salida para tantas personas? De todos modos, en algunos casos se observa una evolución hacia la venta de artesanía o productos diversos fabricados legalmente, de carácter sencillo o conectados con su cultura.

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