Opinión

As tertulias da Praza Maior

Ourense, no seu entorno histórico, cultural e social, produxo unha eclosión literaria na segunda metade do século XIX e no primeiro tercio do XX, converténdose na “Atenas de Galiza”.
No Ourense literario foron imprescindibles as tertulias. Hoxe trato neste artigo as situadas na Praza Maior, integradas por personaxes senlleiros (escritores, historiadores, investigadores, etnógrafos, arqueólogos), apoiados por un amplo espectro social. As imprentas ourensás (a dos fillos de Pedro Lozano, a de Agustin Moldes e a de Antonio Otero) expandiron os seus traballos.
A tertulia de mais sona, encabezada por Marcelo Macias, estaba no nº 8 da Praza Maior, na panería de Benito Fernández Alonso, cronista da provincia de Ourense; ambos eran amigos e membros da Comisión Provincial de Monumentos Históricos e Artísticos de Ourense e do seu Boletín, onde publicaron máis dun cento de artigos cada un. Reuniron a xente estudosa da cidade e a persoeiros foráneos. 

Marcelo Macias
Un feito histórico - literario de Auriabella aconteceu nesta tertulia de Fernández Alonso. Manuel Curros Enríquez recibiu na Coruña, o 21 de xuño de 1904, a homenaxe de Galicia coa recepción da coroa laureada antes de regresar, desde ela, a Cuba. Acompañado por Marcelo Macías despediuse de Ourense no negocio de Benito. Este, no seu libro “Orensanos ilustres”, fala da amizade e o triste adeus entre Curros e Marcelo Macias:

A túa amizade benfeitora e as túas garimosas leccións, debo a guía dos meus pasos de entrada na república das letras. Triste presentimento, o seu cando ao partir de Ourense, dixo a Marcelo Macías e a min: 'Unha mala estrela condéame a vivir fora da miña terra e alónxome para non volver a ela'. Daqueles ollos noutro tempo alumados por unha luz clarividente, esvararon dúas grosas bágoas que deixaron en nós impresión tristísima.

Celso Emilio Ferreiro na biografía que lle adicou ao vate celanovés ratifica o exposto por Fernández Alonso sobre a relación de Curros e Marcelo Macías.

Benito Fernández Alonso
Outra das tertulias de máis sona, ainda que con menos inteletualidade, rexuntase na tenda de comestibles “dos Caneda”, por ser un Canedo o primeiro dono, chamado D. Ramón. José Adrio Menéndez no capítulo XXI, ano 1880, do libro “Del Orense Antiguo”, titulado “A tenda dos Caneda” infórmanos:

El correr de persianas y el golpe seco de puertas con que se cierran, anuncian el término del ajetreo mercantil. Solo  está abierta la tienda de comestibles que el vulgo llama “dos Caneda”, por haber sido éstos los primitivos dueños.

En las estanterías, que cubren los dos tercios de sus paredes, distribúyense artículos de venta; debajo, en rotuladas arquillas, los garbanzos, alubias, arroces, pimientos y café en grano; del techo cuelgan la butifarra, el salchichón y la lengua a la escarlata, y por el suelo, en las esquinas, cajas de pastas y galletas y latones de mermeladas y escabeches.

En el escaparate y en brazos de anticuada arandela, botellas de vinos y licores, con etiquetas de acreditadas marcas; y luego, en derredor, racimos de pasas de Corinto, higos y dátiles prensados, fragmentos de calabaza en dulce, tarros de almibaradas frutas, frascos de aceitunas y un queso de bola, rubicundo y lustroso.

Junto al mostrador, cubierto por gruesa chapa de zinc, se reúnen al encenderse los quinqués, los contertulios Benito Pravio, Pedro y Silverio Carvajal, Javier Paradela, Agustin Moldes, Juan Rodríguez Quesada, Benito Romero y el capitán retirado, Domingo Sánchez.

Recíbelos, con la amable sonrisa que le es propia, el honorable dueño de la tienda, D. Ramón, el cual, pródigo de atenciones para sus visitantes, media en sus festivas conversaciones.

Pronto se organiza la sesión cuotidina [sic] de malilla a un interés harto “elevado”, que no es otro que el del “amor propio”, único metálico que allí va a discutirse.

Los cuatro jugadores se sientan a una mesa, dispuesta en el rincón más apartado.
"¿Quién da?", “otro corta”, “sale usted”, “buena baza”, “nos zurran”, “hoy estoy de mal naipe”.
Estas son las frases de rigor, que entre donaires oportunos y gracejos punzantes, comentan los que, puestos en pie, o al lado de cajas que fueron de fideos, hacen círculo en torno de los que manejan la baraja.
La partida se interrumpe con frecuencia por la llegada de “menegildas”, que en ristra y tono:
"Deme duas cadelas de jabón, que sea durito …"
"Vóteme cuartillo e medio de gas, y'acabe pronto, que teño presa …"
"Póñame un real de fariña triga…"
El toque de ánimas pone remate a la tertulia y envía a sus hogares a aquella buena gente.

José Adrio no antedito libro, capítulo e ano, fala da “Rebotica”, que era a botica dos Seara, onde mesturaban a tertulia e a partida de tresillo:

En la botica próxima, la diaria partida de tresillo, donde Morais, Calvo, Paniagua y Soldevilla, alternan los vocablos “juego más”, “vuelta”, “solo”, “paso”.

Discútese, unas veces, por lo inhábil de un “descarte”; otras, por lo indiscreto de un “arrastre” y, en ocasiones, por un “codillo” dado a un “socio”, que lleva “cinco estuches”.
No faltan las oportunidades, en que la intemperancia de alguno de “mal perder”, dá [sic] al traste con la partida, y le pone final con un gesto contrariado y frase dura:
No juego más; “doy para ustedes”.

A los tresillistas rodean varios “mirones”, todos ellos profesionales de la crítica que a nadie dejan sin censura, abultan los sucesos del día, y zahieren al prójimo con chistes de subido color, manjar escogido de viejos solterones.

Y mientras tanto, Sarratéa, que es alli dependiente alternando con el estudio del Perrone, pulveriza, diluye, requiere el filtro, redondea píldoras, extiende emplastos, prepara pócimas y jarabes, que si al doliente no mejoran, distráenlo cuando menos.

Vicente Risco recordaba a tertulia da botica de Meruéndano nun artigo titulado “El Ourense de principios de siglo” publicado no xornal “La Región” do 29 de xuño de 1956. O “Anuario Riera” de 1911 informounos que das 8 boticas da cidade correspondíalle a D. Emilio Meruéndano a titularidade da da Praza Maior.
José Adrio no libro “Del Orense Antiguo” no capítulo XXI-ano 1880. Fálanos en “Tomando el sol” á que podíamos chamar “Tertulia paseante”do Espolón da Praza Maior:

Tres sujetos salen del soportal de arriba para tomar el sol. Son tres buenas personas, que denuncian en sus andares la edad senecta, y el recuerdo pretérito de complexión robusta y fuerte.
Uno se abriga con vueluda capa de embozo oscuro; otro, con rara prenda de azules tonos, y el último, con gabán de remota factura, que pide a gritos el relevo.Son los paseantes, “Polaina”, Brasa y Ucha.

Se les acerca, a veces, un modesto industrial que malamente cubre su desmadrado cuerpo con esclavina incolora por el uso. Su tráfico de agujas, dedales, y alfileres, lo ejerce en zaguan próximo, donde sufre, encendido en coraje, las diabluras de la golferancia, que oculta cuanto puede, a veces le llamaba: “Pisón … Pisón … “Pernasdouro".

É magoa que a cidade perdera unha institución tan súa e representativa como as tertulias que lle darian ledicia e vitalidade.

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