Opinión

Los Peinador apuntalan el Trienio Constitucional

Ciertamente tuvo mucho que ver el azar; pero, también, el fatum y la imprudencia. Aquellos dos jóvenes ribadavienses, viejos conocidos en la ciudad de Ourense, en la que otro de sus hermanos, Juan Peinador y Pino, era corregidor, sin más, se vieron involucrados en una intentona golpista contra el Estado Constitucional.

A poco de volver del Castillo de Valençay, Fernando VII, declara nula la obra de Cádiz. Impone un sexenio absolutista hasta que, en 1820, tras el pronunciamiento de Riego, los liberales le obligan a jurar la Constitución. Se abría un nuevo período. Y es en este escenario en el que dos ourensanos, que trabajaban en el Ministerio de Hacienda, se convierten en protagonistas inesperados de una trama que pone en peligro el recién nacido constitucionalismo. Conocen de primera mano el plan que se estaba gestando para reponer el absolutismo borbónico. Joaquín y Ramón Peinador, y dos compañeros más, denuncian en el juzgado de primera instancia de Madrid a dos prófugos de la justicia y al editor del rotativo “El procurador general del Rey”. El editorialista era un joven ferrolano, Luis de la Torre, que desde su periódico criticaba la nueva cautividad a la que se sometía la monarquía.

Foto 1920. Homenaje a Peinador. Actos académicos en Mondariz.
Foto 1920. Homenaje a Peinador. Actos académicos en Mondariz.

Alonso Peinador Vorjes había llegado de tierras de Castilla a orillas del Avia en el último cuarto del siglo XVIII para hacerse cargo de la administración del Estado de Rivadavia, por disposición del Conde. Fue él quien hizo el inventario que aparece en el volumen en el que se recogen los privilegios, escrituras, ejecutorias y papeles que había en el archivo del palacio de Ribadavia. Luego, desde 1789 a 1804 su hijo, Pedro Peinador y Castrillo, recoge su legado. Y, ya siendo el apoderado de aquel Grande de España, contrae matrimonio en la villa. Dos de sus hijos, Juan y Blas, hacen carrera en la administración de Justicia y otros dos, Joaquín y Ramón, son funcionarios de Hacienda. Es este último hijo el que es padre de Enrique Sabino Peinador Vela, promotor del Balneario de Mondariz que se inaugura en 1873 -no sin antes intentar, sin éxito, realizar un proyecto termal en Prexigueiro- y, por supuesto, abuelo de Enrique Peinador Lines, quien no sólo continúa la obra de su padre, sino que, además, es miembro de la Real Academia Gallega. Posteriormente, el apellido Peinador en el siglo XX se eterniza en el tiempo al tomar el aeropuerto de Vigo el nombre del terreno que le expropian a este académico. En consecuencia, es el patriarca de esta rama familiar, ribadaviense de cuna, quien destapa una de las tramas que pudo reducir el Trienio a Bienio constitucional.

Apenas principiaba 1820, los liberales habían presionado al rey para ir por la senda del constitucionalismo. Desganado, había jurado la constitución doceañista. Pero, en silencio, junto a sus partidarios, conspiraba contra lo que consideraba un “ludibrio”. Luis de la Torre, entre ellos, pensaban que la imprenta podía hacer con las palabras lo que no se podía hacer con las armas. Tenía razón. El Nuevo Diario de Madrid le solicitaba al gobierno, abiertamente, una ley mordaza. Pensaba que lo que se publicaba en El procurador general del Rey era más incendiario contra el constitucionalismo que las armas de Eguía o del propio Mataflorida, auténticos apóstoles del absolutismo.

Foto de 1926 del apeadero de Peinador. Personas esperando para dirigirse al Balneario. .png_web
Foto de 1926 del apeadero de Peinador. Personas esperando para dirigirse al Balneario.

En un período marcado por la inestabilidad política, como éste, Ramón Peinador y su hermano Joaquín denuncian lo sucedido en el parador de San Rafael, en Madrid. En 1821 ponen en conocimiento del jefe político, José Martínez de San Martín, que en aquel hostal se había celebrado una reunión, y otra en la Moncloa, para formar una partida de facciosos con la intención de derrocar al gobierno liberal. La alerta provocó que se sorprendiese a siete caballerías, organizándose para hacer efectivo el plan.

El juez, José Moreno, interroga a los denunciantes. Ramón y Joaquín Peinador confiesan sin tapujos que en aquel parador se habían reunido varias veces con Luis de La Torre, fingiendo ser redactores de su revista, algunos personajes que estaban en rebeldía, e incluso, en busca y captura, como Pedro Olivares, un exjesuita, o José Alonso, entre otros. Joaquín declaraba que estos dos procesados de la justicia, creyendo estar entre partidarios, desvelaron la trama de la conspiración. Ante tales aseveraciones, el juez manda a la cárcel a un numeroso grupo de sediciosos, incluido el periodista, Luis de la Torre. Se le culpa de rebelión contra el sistema legítimo constitucional. El 7 de enero de 1822, la Audiencia de Castilla la Nueva emite fallo. Condena a pena de muerte por garrote a Pedro Olivares y a José Alonso y a confinamiento con vigilancia a otros miembros de la trama. Luis de la Torre es absuelto.

Definitivamente, aquellos ourensanos habían desarticulado uno de los planes liberticidas de la reacción absolutista. Aun así, con Inglaterra encogiéndose de hombros, en seguida, Fernando VII, con la ayuda de la Santa Alianza, caminaría con paso firme hacia el absolutismo. Lo que pudo ser un Bienio, al final se quedó, sin más, en Trienio. Muchos diputados liberales sabían que, tan pronto como el Felón avistase las tropas del Duque de Angulema, le faltaría tiempo para retractarse de las promesas hechas en Cádiz.

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