Opinión

La chistera del presidente

Si algo caracteriza al presidente del Gobierno es su capacidad para sacar conejos de la chistera. Nunca el mismo conejo y nunca el mismo escenario. Tiene variantes para todo. Antes los conejos parece que se los preparaba Iván Redondo, pero, ahora que no está, tal vez haya que pensar que Redondo solo era el muñeco que manejaba el ventrílocuo o el mago. El último conejo es doble: convertirse en socialdemócrata moderado, pese a gobernar con la extrema izquierda, y anunciar un nuevo compromiso: que “cuando acabe 2021 los españoles vean que han pagado en la factura de la luz una cuantía similar y semejante a la que pagaron en 2018”. Yo me juego una comida con el presidente del Gobierno a que tampoco cumple este compromiso. Pero, mientras tanto, gana tiempo, no hace ninguna de las reformas consensuadas que necesita el país y, con el apoyo de sus socios de Gobierno, y sus leyes “sociales” y deseducativas va a hacer aquello que pronosticó Alfonso Guerra: que a España no la conozca ni la madre que la parió.

La otra característica de Sánchez es practicar la conllevancia de la que tanto habló Ortega. Conllevancia con Cataluña y con los independentistas que quieren romper el Estado y con el Estado; conllevancia en el Gobierno con la extrema izquierda comunista que denigra a la Corona y que quiere acabar con la Constitución del 78-; conllevancia con sindicatos y empresarios pero tomando decisiones en muchos casos sin contar con unos, los empresarios, y logrando el silencio clamoroso de los otros; conllevancia con los jueces pero sin los jueces, criticando abiertamente las sentencias judiciales negativas y tratando de limitar la independencia de los órganos de gobierno de la Justicia: conllevancia con la Corona, pero con graves fisuras y más cerca de quienes desprecian al Rey que de quienes le defienden constitucionalmente; conllevancia con Europa, pero a costa de tener cada vez menos peso real en el concierto internacional.

Según el diccionario de la RAE, la acción de conllevar tiene dos acepciones: sufrir impertinencias o sufrir algo adverso. Para Ortega, la conllevancia, aplicada al problema catalán, que ya existía, se resumía así: “el problema catalán no es un problema para resolver sino para conllevar, y solo conociendo la autenticidad del problema se le puede aplicar un contraveneno eficaz”. “Pretender resolver de una vez para siempre ese problema, añade Ortega, es la mayor insensatez. Sería hacer el problema insoluble para siempre. Así que Sánchez no está aplicando esa propuesta orteguiana sólo a Cataluña, sino que la extiende a todos los problemas. Pero no busca ese “contraveneno” eficaz sino, simplemente, seguir conllevándose con todos. Sánchez quiere seguir en el poder, a costa de lo que sea. A costa de echar del Gobierno a los más fieles. A costa de dejar en el Gobierno a los más incompetentes, algunos de su propio partido, pero sobre todo del que “conlleva” el Gobierno de la nación. A costa de fijar compromisos que no cumple. A costa de echar la culpa de todo a la oposición, incluso en asuntos, como el de la impresionante subida de la electricidad que le hizo pedir la cabeza de Rajoy cuando el precio “solo” subía un 13 por ciento y ahora le sirve para sacar otro conejo de la chistera. Sánchez nunca será un socialdemócrata moderado con estos socios y cada vez más gente descubre sus trucos. Se echa de menos una izquierda humanista, de sólidos principios, ajena al sectarismo, capaz de asumir sus errores y de pactar acuerdos con quienes defienden la Constitución y el Estado y no con quienes quieren destruirlos. Y, también, una derecha con un programa serio e integrador, con respuestas a los problemas.

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