Opinión

El COVID como una oportunidad

Eas consecuencias del Covid 19 en lo social y en lo económico van a ser, lo están siendo ya, de una enorme intensidad. Pero también plantean desafíos y oportunidades a los que tenemos que enfrentarnos unidos si queremos que la salida de la crisis en V, en L o en U, llegue y sea consistente. ¿Se necesitan unos grandes pactos para ello? Sin duda. Pero también es imprescindible un liderazgo nacional, europeo y mundial del que hoy carecemos en los tres niveles. Sánchez no tiene estrategia, no tiene proyecto, no tiene apoyos sólidos y solo busca mantener su poder. La Unión Europea, si no es capaz de liderar la reconstrucción, arriesga su desaparición, lo que sería una catástrofe para todos y, desde luego, para España. El resurgimiento de los nacionalismos y la creación de muros entre países solo nos llevaría hacia el pasado. Y la pugna entre los grandes, China, Rusia y Estados Unidos y la imposibilidad de un liderazgo compartido amenaza a todo el mundo con otra crisis mayor que la del Covid.

El desconfinamiento -con mascarillas, manteniendo las distancias físicas, teletrabajando, sin grandes concentraciones- no es un plan para volver a la situación de normalidad. Ya no habrá normalidad, como tampoco habrá trabajos estables. Vamos a vivir en la imprevisibilidad. Pero de esta crisis tenemos que sacar muchas enseñanzas. Una de las más importantes, para todos, pero especialmente para España, es que tenemos la oportunidad-necesidad de transformar la economía. Sin populismo y sin demagogia. Si no queremos ser solo un país de servicios y que se nos caiga cuando hay una crisis, hay que reindustrializar España. No se ha hecho desde que López Rodó en el franquismo creó los polos de desarrollo. Hay que elegir sectores de innovación -tecnologías digitales, nanotecnologías, ciberseguridad, inteligencia artificial, comunicaciones-, en los que podamos ser punteros. Hay que ver en qué sectores somos o podemos ser potencialmente importantes -manufacturas, el automóvil, la agricultura, las telecomunicaciones, por ejemplo-, y mejorar los sistemas productivos y la comercialización y hacerlo con políticas sostenidas en el tiempo. Y habrá que reconducirla en base a energías limpias en las que España puede ser también líder.

La convivencia entre los sectores público y privado tampoco debe estar en cuestión, por más que una parte importante, decisiva en muchos casos, de este Gobierno desearía acabar con la iniciativa privada a la que demoniza y maltrata. Las grandes empresas aportan más del 33 por ciento del empleo en la Unión Europea y más del 27 en España. Si cada autónomo pudiera contratar a un solo trabajador -con más facilidades y menos impuestos- se crearían automáticamente dos millones de empleos. Es el capital privado, casi nunca el público -que se financia por los impuestos de los particulares- el que crea empleo y riqueza.

Llegar a eso exige reformar la educación, desde Primaria hasta la Universidad, fomentar la investigación básica y aplicada, y garantizar la seguridad jurídica, con un sistema de justicia independiente, ágil, moderno, uniforme y sometido al imperio del derecho y no a la medida de los intereses de los partidos. Tenemos una educación de baja calidad con un alto índice de fracaso escolar y hablar de una Justicia digital hoy en España sigue siendo una utopía. Además de mejorar la sanidad, la economía, la educación y la justicia deberían ser tres prioridades para ese posible Pacto. No solo es cuestión de dinero. Ni Sánchez ni su Gobierno lo pueden hacer solos y difícilmente con sus "socios" de investidura. Con transparencia y con las cartas encima de la mesa. Los políticos deberían demostrar que han aprendido las lecciones de la crisis y que son capaces de pensar en el bien común, sin falacias ni demagogia.

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