Opinión

Todo a una carta

El Fondo Monetario Internacional ha enfriado el optimismo del Gobierno y ya no seremos el país que más crezca en 2021 ni tampoco cumpliremos las expectativas que figuran en los Presupuestos para 2022 que el Gobierno quiere aprobar en las próximas semanas para lo que, por otra parte, necesita apoyos externos que le van a costar un mayor gasto y otras contrapartidas.

Las previsiones internacionales aseguran que, con suerte, España, Italia y Portugal regresarán a los niveles de actividad prepandemia en el tramo final de 2022 siempre que no haya errores ni sorpresas y contando con que lleguen los fondos europeos -a los que el Gobierno fía toda la recuperación-, se gestionen bien y Europa no llame al orden. Además, hay que esperar que el Banco Central Europeo, que va a ir normalizando su política monetaria y va a dejar de comprar deuda pública -que es lo que ha evitado el colapso financiero- no apriete a los países más rezagados, entre los que está España. Y que las desmadradas subidas del gas y de la electricidad y, tal vez, los problemas de abastecimiento, que ya amenazan a la economía mundial, no hipotequen todo.

Aprobar los Presupuestos y garantizarse estabilidad y un año “tranquilo” y, si es preciso, una prórroga para 2023, es imprescindible para Sánchez. Que los presupuestos partan de premisas erróneas en lo que se refiere a los ingresos y gastos, es lo de menos. Sánchez fía todo a los Fondos Europeos. ¿Qué va a hacer con ellos? Esa es otra historia. Mientras Macron en Francia ha prometido una inversión de 30.000 millones en proyectos de tecnología ECO para reindustrializar el país y convertirlo de nuevo en líder en innovación y tecnología punta, en España, Sánchez ha subido 15 euros el salario mínimo, ha ofrecido un bono cultural para los que cumplan 18 años o una pequeña ayuda para el alquiler de vivienda que seguramente encarezca la oferta.

No tenemos planes de reindustrialización ni política cultural ni libramos suelo para vivienda barata, pero utilizamos el dinero de todos para tratar de captar votos en sectores que han abandonado a la izquierda y se han ido a la derecha o a la abstención.Así que el Gobierno lo fía todo a una carta: ya está en modo electoral, aunque falte año y medio para las elecciones. En lo político tratará de aislar al PP, negándose a cualquier reforma, pero haciendo ver que es culpa de la derechización de Casado, su anticonstitucionalidad y su dependencia de Vox.

También intensificará su campaña para enfrentar a Diaz Ayuso con Casado y amenaza con quitar poder a Madrid para repartirlo fuera, debilitando una de las oposiciones más fuertes. Por el otro lado, tratará de ganar territorio a Podemos, apoderándose y adelantándose a sus iniciativas sociales hasta que pueda prescindir de ellos, pagará lo que tenga que pagar a PNV, Bildu, etc., y negociará con ERC más inversiones públicas en Cataluña a cambio de ralentizar el proceso independentista.

Y en lo que se refiere al PSOE controlará al milímetro el partido, garantizándose la adhesión inquebrantable y el silencio de los barones, incluidos los que no comparten su estrategia. En cuanto al Parlamento, mantendrá la estrategia de tenerlo casi amordazado, legislará solo lo indispensable y descartará cualquier reforma que le cree problemas con sus socios o con sectores sociales: la instrucción penal, la sedición, la ley de la Corona, a la que seguirá teniendo bajo mínimos* La estrategia es aguantar y llegar a las elecciones como sea, con el mínimo desgaste.

El problema no es que Sánchez llegue mejor o peor a las elecciones. El problema es que España vuelva a desaprovechar la oportunidad, única, de aspirar a la modernización, de reindustrializarse armónicamente, de crear empleo con futuro, de aspirar a una educación estable y de calidad. En todo el territorio y borrando desigualdades. Y como eso solo se puede lograr con consensos y huyendo de intereses personales y partidistas, me temo que no vamos en la buena dirección. Si Sánchez se juega todo a una carta, podemos perder todos la partida.

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