Opinión

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El Viejo Milenario observaba con satisfacción el debate que se establecía en torno a sus reflexiones semanales. El nivel alcanzado por los intervinientes era muy alto; su cualificación profesional garantizaba que no se trata de bocas de corcho, que utilizan las palabras huecas de interés reiterativas en sus consignas y sin profundizar sus efectos sobre los miembros de la comunidad. Aprovechando la sabiduría de los intervinientes, el Viejo Milenario introduce esta semana una síntesis de su opinión sobre la actualidad de la enseñanza, a la que tantos años dedicó, tratando de provocar la respuesta de sus observaciones siempre sin intentar crear cátedra ni de afirmar verdades absolutas. 

La enseñanza más nueva puede ser recibida con el espíritu de viejos prejuicios y dándose el caso de que el mejor programa puede servir para perpetuar viejos errores (la LOGSE es un ejemplo); de ahí la importancia de que se cree un sistema que satisfaga a todos los implicados en Educación, pilar fundamental del Estado. Tradicionalmente, la Educación no pierde de vista su misión fundamental: comunicar conocimientos y aptitudes para insertar en la sociedad ciudadanos con valores, competencias, cualificación y criterio. Pero sigue sin inspirar comprensión personal; desarrolla eficacia y competitividad, pero no crea un plano más elevado del Ser, como afirmaba el filósofo Conde de Keyserling, fundador en Alemania de la Escuela de la Sabiduría, perseguida por el régimen nazi y vinculada a una misión secreta: “Controlar al mundo a través del saber”, alejándose de la influencia de las iglesias y del control ideológico de otras fuentes que abominan de cualquier sistema que no sea el suyo,

 En el fondo, el intento de controlar la Educación no difiere sustancialmente de la escuela medieval en la que los alumnos oían explicaciones de lo que ya era conocido, dejando al censor el control de cualquier novedad que supusiese un peligro para los privilegios de los que detentaban el poder. Todavía hoy existen prohibiciones y tabús, que hipócritamente aíslan a los adolescentes del entorno sociofamiliar. Esta orfandad los hace esclavos de las nuevas tecnologías que se introducen ya en los primeros años de escolarización. La “pantalla” sustituye a la familia, al profesor, a los amigos y a todos los que tengan la osadía de competir con ella llegando a sustituir al libro, condenándolo como si se tratase de un antiguo papiro. Sin embargo, cuanto más se utilice en la escuela la inteligencia artificial, más retrocederá la capacidad de abstracción del individuo, aumentado su robotización y dependencia. Por no hablar de la creatividad y del espíritu crítico, que son extirpados violentamente en los primeros años de la incorporación del niño a la escuela. 

La tierra está próxima a contener más de 9.000 millones de habitantes, una masa de cerebros controlados con fuego. Los poderes fácticos, que gobiernan el mundo, son conocedores de que esa masa seria ingobernable si no estuviera domesticada a través de los estímulos que se introducen en el cerebro. El ejemplo más notorio sucede con el deporte de competición, donde las masas quedan poseídas por el espíritu de su equipo y su inteligencia límbica es devorada por la inteligencia reptiliana.

 La carencia de empatía entre los distintos miembros que configuran las comunidades educativas abre el camino a una inestabilidad en los centros que se pone de manifiesto en ataques violentos de progenitores a profesores, niños/as acosados por compañeros que incluso pueden llegar al suicidio, padres que maltratan a sus hijos por no alcanzar buenas calificaciones.

La clase dirigente escolariza a sus hijos en centros “libres de pecado”.

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