Opinión

Agresividad maligna

Para Erich Fromm, el ser humano actual se caracteriza por su pasividad, lo que le trasforma en un bien de consumo que no aspira a otra cosa que gozar de la vida, sin preocuparle las consecuencias sobre los demás y sobre el propio planeta. Hoy lo realmente importante es convertirse en un triunfador respecto al juicio colectivo de la sociedad a la que pertenece el individuo. En ese dominio del “ego” no cuenta el comportamiento “ético”, en tanto que limita el camino hacía el éxito; lo realmente trascendente es poseer “la energía” que se desprende del dinero y del poder. Es entonces cuando empieza a desarrollarse lo que Fromm denominaba “agresividad maligna” que es exclusivamente humana; no olvidemos que los animales solo luchan por la comida, el sexo y el territorio. Cómo explicar sino manifestaciones de psicopatologías colectivas como son la guerra, el totalitarismo, el genocidio, la homofobia, el racismo o el machismo. 

Las sociedades más primitivas se ceñían por códigos de estricto cumplimiento que trataban de limitar conductas disonantes que ponían en peligro las frágiles relaciones entre humanos y de estos con la naturaleza de la que dependían. Pero las alianzas se rompen cuando la ambición humana triunfa sobre la razón y esto sucede individualmente y/o colectivamente. 

Relata Stanislav Grof que el doctor Lloyd de Mause (psicoanalista neoyorquino) había analizado a diecisiete líderes responsables del estallido de guerras y revoluciones. Este investigador quedó sorprendido de la abundancia de metáforas relacionadas con el nacimiento biológico de los dirigentes de los conflictos, llegando a la conclusión de las raíces perinatales de la violencia humana. Para Grof los tres niveles de la conciencia humana: el perinatal, el biográfico y el transpersonal determinan nuestros actos de forma inevitable.

El afán de dominio se ejerce de cualquier círculo en el que desenvolvemos nuestra actividad. La mayoría de los humanos intentan controlar su “espacio vital” para sentirse seguros y poderosos dando sentido a su “dudosa existencia” y, para conseguirlo, utilizan toda clase de recursos: violencia física, el chantaje emocional, la agresividad verbal, la superioridad cognitiva… la amenaza del mal y la pasividad consentida; generando una corriente de negatividad en la conciencia universal, que desencadena un ciclo de desastres sincronizados en el tiempo y en el espacio.

Pero también se ha comprobado que tras un triunfo aplastante sobreviene la amargura de la desilusión que desemboca en situaciones no superadas por los nuevos acontecimientos. Así se reproducen modelos aparentemente resueltos por la historia. Los ejemplos son notorios: la Revolución Francesa, la Revolución Rusa, la Revolución Sandinista, la Revolución Cultural de Mao, la Segunda Guerra Mundial… Pese a la ilusión creada, ninguna de ellas ha supuesto el final de la “agresividad maligna” de la especie humana. Las guerras continúan, la explotación del ser humano es la base de la economía, la justicia es parcial, la alienación se universaliza, las libertades siguen siendo una utopía y las mujeres siguen sin alcanzar la igualdad de derechos. 

Sin embargo, a pesar de la sincronía negativa de los actuales acontecimientos, el péndulo del tiempo algún día anunciará el final de la agresividad maligna del ser humano y la conciencia universal impondrá el orden cósmico que liberará a la humanidad. (Es un deseo.)

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