Opinión

La amistad a pesar de todo

Todos los que estudian al ser humano se tropiezan muy pronto con zonas de misterio que no logran esclarecer ni con su saber, ni mucho menos con su imaginación y no digamos con su intuición. No pretendo ser considerado un estudioso de la evolución de nuestra especie, pero sé que no es fácil reconciliar las contradicciones de su conducta y fundirlas en un todo coherente. Por ello en mi condición de milenario, he quedado sorprendido de la sencillez con la que Juan Luis Arsuaga explica a Juan José Millás, en su libro “La vida contada por un sapiens a un neandertal”, la evolución que han desarrollado los primeros homínidos para llegar al Homo sapiens actual. El texto es asequible para cualquier lector y es tan ameno que su lectura nos lleva a enfrascarnos hasta terminarlo de una “tacada”. Entre otras cosas me ha llamado la atención el experimento realizado en un aula de educación infantil con alumnos de tres años para explicar la adquisición de la “teoría de mente”, término usado en psicología evolucionista que consiste en ser consciente de que todos los humanos tienen ideas en su cerebro y cualquiera puede establecer influencias respecto de esas ideas. Para el antropólogo Arsuaga, eso constituye la base de la manipulación y el engaño, algo exclusivo de los humanos. El resto de los seres vivos carecen de “teoría de mente” y por eso la imposibilidad de mentir conscientemente. Lo mismo que sucede con los niños en los tres primeros años de vida.

Cuando se adquiere la “teoría de mente” poseemos la capacidad de reflexionar en relación con nuestro estado mental y también con el estado mental de nuestro prójimo. Esto nos lleva a considerar la relación con los demás. Un buen observador está en condiciones de valorar conceptos como la amistad y la relación afectiva, en función de su capacidad analítica independientemente de los intentos del otro para ocultar su verdadera personalidad. ¿Cuántos amigos dejaron de serlo porque no soportaron la libertad de pensamiento de su amigo o compañero? Factores como la envidia, el egoísmo, la ambición, el superego, la avaricia… y un largo etcétera han aflorado en momentos críticos y conflictivos poniendo en evidencia la fragilidad de la relación. 

Las religiones, los partidos políticos y ahora los influencer tratan de ganar espacio de control en función del examen sobre la mente de los sujetos que son objetivo de su catequización. Para ello es fundamental la contribución del sistema educativo. Pero también es un factor determinante la estructura económica y su influencia en la calidad de vida del sujeto manipulable. En EEUU, recientemente se ha puesto de manifiesto el dominio de la “teoría de mente” en un número significativo de ciudadanos fácilmente manejables por el líder que encarna el dios que soluciona todos los problemas que afectan a la prevalencia del individuo sobre el Estado.

A lo largo de la vida se van estableciendo determinadas relaciones con cientos de personas; unas cristalizan en una firme amistad que, a pesar del tiempo y de las adversidades, dura toda la existencia, mientras que otras son efímeras y caducan como las hojas de un roble. Es la ansiedad social la causa de la pérdida de relaciones afectivas por la incapacidad de comprender los estados mentales de los demás, incluidas las emociones y/o las creencias. La solución del enigma explicaría muchas cosas que están sucediendo en esta pandemia. 

Quizás un nuevo libro de Arsuaga y Millás ayudaría a comprenderlo.

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