Opinión

Compromisos con la vida

¿Tristeza? ¡No!, no es tan dramático. ¿Ira? ¡No!, se volvería en mi contra. ¿Odio? ¡No!, me convertiría en un ser despreciable. ¿Desesperanza? ¡No!, creo en el resurgir de la naturaleza. ¿Lástima? ¡Sí!, siento una profunda lástima, no tanto por los gigantes mutilados, sino por sus ejecutores. Son objeto de compasión porque, en su ignorancia, no saben lo que hacen.

Quiero pensar que los que ordenaron la salvaje poda de los árboles de la avenida de Celanova (en Xinzo de LImia) no son malvados, que no tienen instintos agresivos, que toman las decisiones que creen benefician a sus electores, que tal vez no tengan otras referencias que sus propias ocurrencias y que, en sus limitaciones, no lo saben hacer mejor.

¿Cómo no conmoverse ante la imagen de los sufridos gigantes desmochados sin piedad? ¿Cómo se puede lesionar de esa manera a quienes tanto dan a cambio de nada? Supervivientes de mil batallas hoy ofrecen una imagen deplorable, profundamente heridos, sin ramas, sin hojas, parecen espectros de una ciudad fantasmal. 

Pero no solo es en la carretera de Celanova donde se masacraron las huestes de la vida. Una cruzada aniquiladora se extiende por todo el orbe y Xinzo no iba ser la excepción. Las selvas se extinguen, los bosques arden, la vegetación retrocede ante el avance de los desiertos, la domesticación de la naturaleza exige la muerte de sus líderes… ¿Qué futuro espera a la humanidad? 

Ante tanta barbarie la conciencia colectiva dice ¡basta! Los ciudadanos sensibilizados aúnan sus fuerzas y, en un ejercicio de responsabilidad, deciden comprometerse en la defensa de los pacíficos y benevolentes gigantes. Reuniones, comunicados, denuncias, movilizaciones, entrevistas, mociones… todo lo que pacíficamente se puede hacer se ha hecho. ¿Ha valido para algo? No tengo duda de que la lucha por objetivos nobles siempre genera energías positivas. Se han ganado algunas batallas, otras muchas se han perdido; pero lo más importante es que se ha sementado la solidaridad en defensa de la vida y, aunque gravemente mutilados, los bondadosos “monstruos” siguen recibiendo la savia regeneradora que les permitirá continuar sirviendo a la humanidad. 

Pero temo la venganza de los irredentos arboricidas que gozan del siniestro sonido de las sierras asesinas. De aquellos adoradores del asfalto que no cejan en sus infaustos objetivos. De los políticos que por un voto venden su alma. De los técnicos de opereta que hacen informes al servicio del poder. De los que se enfurecen ante el rumor de las hojas. De los que temen a los pájaros. Y de los cobardes que pasivamente dejan que se decapiten a los bondadosos gigantes sin mostrar discrepancia alguna. 

Para salvaguardar el futuro de los plátanos de la avenida de Celanova propongo se les considere patrimonio natural del pueblo de Xinzo y se tome un acuerdo plenario que garantice su cuidado y protección. Las futuras generaciones lo agradecerán.

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