Opinión

Creando sin saberlo

El médico Novoa Santos, autor del libro “La inmortalidad y los orígenes del sexo”, apunta en el capítulo IX: “Solo gozarían del don de la inmortalidad las células germinales de los organismos en los que se ha fraguado una diferenciación entre soma y epiblasto”. Poco después de morir el individuo, continúan multiplicándose numerosos elementos protoplasmáticos del cadáver. Experimentalmente está demostrado que órganos enteros o grandes segmentos corporales puede continuar viviendo siempre que se coloquen en adecuadas condiciones. Sin embargo, los delicados elementos nerviosos centrales son los primeros en fenecer a pesar de la generación de neuronas nuevas en el hipocampo; hay pues una cierta semejanza entre la fuerza generativa y la capacidad perviviente.

El viejo milenario admiraba la sabiduría del joven investigador Novoa Santos, muerto prematuramente a la edad de 48 años, y era consciente de que en el sueño se produce la separación entre el cuerpo, que no se mueve del lugar donde reposa, y el hálito que aprovecha el letargo físico para huir de la cárcel que le impide vagar por regiones fantásticas y relacionarse con seres virtuales y fantasmas del pasado, incluso con personajes que han muerto recientemente y vagan por los campos oníricos del durmiente. Él mismo había compartido aquella noche con su viejo amigo y camarada Augusto Valencia una panfletada revindicando el derecho de los muertos a participar de los goces del Edén creado por la diosa Tiamat. Augusto estaba elegante, impecablemente vestido, con la prestancia mixta de un bohemio y de un gentleman de las viejas tradiciones. Su fino humor no había perdido su carácter mordaz y su agudeza picante. ¡Fantástico el artículo de hoy! Era el primero en llamar todos los sábados y siempre repetía el mismo halago. Juntos recordamos vivencias de la lucha contra la dictadura y, a pesar del peligro que entrañaba su militancia comunista, nunca eludió su estrecha colaboración con el partido. Recordamos la noche en que dejó su carné de identidad sobre la propaganda clandestina que había depositado sobre los ladrillos de una obra en construcción, documento que recuperó antes de la madrugada. Generoso con los amigos, mecenas de artistas y protector de jóvenes en apuros. Augusto dejó huella indeleble en la ciudad de Ourense y es un perviviente en el mundo onírico de los que gozaron de su compañía en las múltiples peñas en las que era asiduo tertuliano. 

Los inmortales, que tienen que morir para serlo, creen que su añorada pervivencia les permitirá gozar de la presencia de los suyos. El consuelo habrá de venir del pensamiento de que los seres queridos viven en el recuerdo de cada uno. Físicamente no iremos a su encuentro, tampoco vendrán ellos al nuestro, a pesar de que estarán situados en nuestro plano vital y sus espíritus compartan el mundo soñador de los vivos. Todos dejan la huella de su afecto, de su arte, de su amistad, de su generosidad y de su angustia vital que universalizan el sentimiento más profundo del ser, su identidad única. La música, la danza, el arte, la literatura, el amor, el odio, la envidia, la amistad… son variables que comparten millones de humanos y forman parte del equipaje que se ha ido acumulando a lo largo de la existencia. 

Para Novoa Santos no se precisa ser una figura destacable para dejar huellas imborrables en el ambiente espiritual de la humanidad: una gota de agua que sació la sed de una persona anónima se convierte en un recuerdo indestructible que recorrerá el universo hasta el fin de los tiempos porteando la esencia de aquellos con los que ha compartido un instante de realidad. 

El anciano milenario recordó la teoría del filósofo, matemático e historiador Thomas Carlyle sobre el “inconsciente creador” que nos permite liberar nuestra fantasía al margen de la voluntad. El anciano sonrió.

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