Opinión

Disciplina y colaboración

Mi hija me ha llamado desde Oporto, donde está estudiando en su año de Erasmus; el motivo de su llamada era para comunicarnos el cierre de su facultad. La guerra contra el coronavirus, que se extiende a una velocidad incontrolable, requiere como única respuesta la colaboración de toda la sociedad con los responsables sanitarios y con el cumplimiento de las medidas que se adopten por parte de  la Administración pública. Es el momento de la disciplina y de la solidaridad de los pueblos. La globalización ha extendido la peste al mundo entero y ha de ser también la globalización quien resuelva esta pandemia para evitar consecuencias inimaginables. El debate político ha de pasar a un segundo plano, los recursos económicos públicos han de garantizar la cubertura de las necesidades básicas de la población, el abastecimiento ha de estar blindado y todos los ciudadanos debemos mantener la serenidad, ya que el preocuparse excesivamente no resuelve nada y entorpece la aplicación de medidas eficaces. Higiene personal, aislamiento de los grupos de riesgo, confianza en la ciencia y desplazamientos imprescindibles son algunas funciones que puede hacer el conjunto de la población. 
Afortunadamente, España cuenta con uno de los sistemas sanitarios mejores del mundo, que está resistiendo satisfactoriamente la mayor crisis epidemiológica del último siglo y eso a pesar de los recortes a que fue sometido con la pueril justificación de abaratar costos. Es de esperar que aquellos que promueven la privatización del sistema sanitario hayan comprobado que lo público debe ser prioritario en los ámbitos sanitario y educativo. 

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La madre Tierra vine avisando reiteradamente de las consecuencias de la acción del Homo sapiens, la contaminación, el cambio climático, la deforestación, el deterioro de los mares, la industria de guerra, la industrialización sin controles, la toxicidad alimentaria, el consumismo ilimitado, la superpoblación, la desaparición de los manglares, la ruptura de los ecosistemas, los incendios forestales, nuevas enfermedades… vienen castigando a la humanidad, fundamentalmente a los más débiles, y ahora ¿qué está pasando? ¿Por qué no se dice toda la verdad?   


El miedo hace aumentar el clima de inseguridad, produciendo avalanchas humanas sobre las grandes áreas en busca de suministros como si se tratase de sobrevivir en una ciudad cercada por un enemigo invisible. El comportamiento individual y colectivo será determinante en el desarrollo de la epidemia. La familia es el mejor refugio en tiempos convulsos. Lo tradicional es compatible con los avances en igualdad, derechos y valores. Nadie construye un edificio sin consolidar la cimentación. Como las abejas o las hormigas, el ser humano ha de organizarse disciplinadamente para afrontar las adversidades. Pero hay que exigirle al Gobierno que diga la verdad, que informe del peligro que supone el coronavirus, de su origen, de su real letalidad, de sus efectos sobre el sistema inmunitario… la información alimenta la responsabilidad de todos los ciudadanos; así lo entendió el gobernador de Burgos que en el 4 de octubre de 1918 publicó una circular de la Junta provincial de Sanidad en la que se adoptaban contundentes medidas contra la epidemia de gripe que diezmó la población mundial a principios del siglo XX. La realidad es que nunca hay nada nuevo bajo el sol.

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