Opinión

El séptimo sello

Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora y vi a los siete Ángeles que estaban en pie ante Dios y les dieron siete trompetas. Otro Ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos sobre el altar que estaba delante del trono...” (Apocalipsis 8).

¿Quién es el dueño de los sellos? ¿Quién ordenó su emisión? ¿En qué dedo descansa el sello que nos permite existir? “La muerte serena los invita a bailar… huyendo del amanecer hacia la oscuridad”. Emulando a san Juan, Ingmar Bergman se recrea en la peste que asola Europa en la Edad Media. En un ambiente apocalíptico, la Muerte usurpa el confesionario y descubre la jugada estratégica de su adversario y gana la partida de ajedrez al caballero; exigiendo la entrega de todos los que participen en el ágape del recuento. Bailando, los protagonistas pierden el espíritu a un ritmo dantesco víctimas de sus dudas, profanaciones, soledades, cinismo, sexo y violencia.

En la batalla contra el sello de la peste ideológica, los últimos cruzados de una herética secta consiguen que una vigilante incorruptible del sistema coercitivo prohíba cautelarmente la emisión del sello que conmemora el centenario de la creación del Partido Comunista de España (PCE). ¡Hay que evitar cueste lo que cueste que el séptimo se abra! Y “… subió humo del abismo que oscurece el sol y el aire…” 

 España es en la actualidad una democracia consolidada nacida del consenso de las fuerzas políticas que renunciaron a muchos de sus principios y señas de identidad para conseguir una Constitución que garantice la convivencia en libertad de todos los españoles. El Viejo Milenario, entonces miembro del Partido Comunista, recuerda los fuertes debates en los órganos colegiados del partido sobre la aceptación de la monarquía borbónica, la bandera, el himno y la amnistía a los responsables de la represión que el régimen franquista aplicó durante cuarenta años. Fue un debate intenso que hirió la sensibilidad de muchos militantes y simpatizantes del partido que no olvidaron a los que sufrieron cárcel, tortura, despidos e incluso la muerte para conseguir que en España se implantara la Tercera República. Sin embargo la coherencia del PCE con su política de reconciliación nacional aprobada en junio de 1956 que literalmente decía: “El Partido Comunista de España declara solemnemente estar dispuesto a contribuir sin reservas a la reconciliación nacional de los españoles como a terminar con la división abierta por la guerra civil y mantenida por el general Franco…” 

La política de reconciliación supuso la desaparición del PCE, convertido actualmente en un partido marginal, disuelto en una izquierda que busca su espacio político en un proceso difícil y convulso. La suspensión del sello conmemorativo dictada por una jueza a instancia de una organización sectaria pone de manifiesto que el camino emprendido en 1956 está oculto para los que viven del odio “… Y del humo salieron langostas sobre la tierra y se les dio poder como tienen poder los escorpiones de la tierra…”.

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