Opinión

Es el momento de la solidaridad

Cientos de hipótesis, suposiciones interesadas, mensajes encriptados, control económico, mentiras, miedo… todo vale para controlar el mundo. ¿Estamos en la tercera guerra mundial? ¿Es el coronavirus una enfermedad infectocontagiosa como una gripe, sarampión o la erradicada viruela? Son cientos las teorías que se le pueden atribuir a esta peste del siglo XXI. Pero hoy toca la solidaridad y el reconocimiento a los que están en primera línea del frente tratando de proteger a la población, sobre todo a los más débiles. Entre este ejército de servidores hay que destacar especialmente a los profesionales de sanidad, a las fuerzas de orden, a los conductores de trasportes de abastecimientos, a los empleados de supermercados, a los vendedores de prensa, a los miembros de Protección Civil, a los voluntarios de ayuda a domicilio, a los trabajadores de la banca, a los empleados de farmacia o correos, a los empleados de gasolineras, a los recogedores de basura, a los que limpian las calles… sin ellos la derrota de la población llenaría los cementerios de víctimas de la terrible enfermedad. 

Hay sin embargo hechos que van a marcar un antes y un después en la historia de la humanidad. La ONU, la UE, el Banco Mundial, el FMI, la OMS, el capitalismo como estructura económica y otros organismos del sistema han estado lentos y han demostrado que su ineficacia exige una renovación de principios y competencias. Los estados, en su soledad, se han visto obligados a adoptar resoluciones de choque con los escasos recursos con lo que cuenta la estructura sanitaria, aun siendo la española una de las mejores del mundo. Hoy la población española debería ser consciente de las consecuencias de los recortes injustificados de los servicios públicos. 

En este dramático aislamiento cabe destacar la solidaridad de China y Cuba ofreciendo su ayuda sin contrapartidas ni condicionamientos; también la solidaridad de personas civiles y empresas que ponen su logística y medios al servicio del Estado. También es digna de reseñar la disciplina de la mayoría del pueblo español, que siguiendo las instrucciones del Gobierno se ha enclaustrado asumiendo las familias estructuralmente la supervivencia de sus miembros. Una vez más ha sido la familia quien ha sido el soporte de la resistencia ante la adversidad; su evolución y adaptabilidad son garantía del mantenimiento de valores, afectos y protección de sus miembros dependientes (niños, enfermos y ancianos).

Cabe felicitar a la mayoría de las instituciones que han asumido con errores y aciertos el papel que le corresponde en una crisis de la magnitud de la pandemia. Casi todos respaldan las medidas del Gobierno y, pese a las diferencias políticas e ideológicas, aceptan la estrecha colaboración de todas las administraciones del Estado. Ha habido sin embargo -tendrá su coste en las urnas- líderes políticos que han antepuesto su visión partidista por encima del interés general, como han sido las declaraciones de la prófuga Clara Ponsatí que evidencia la carencia de humanidad de quien reivindica hipócritamente justicia y democracia.

Es de esperar que la victoria sobre la enfermedad nos haga más respetuosos con el medio ambiente y solidarios con los que sufren “pandemias” de hambre y violencia sin esperanza de “vacuna”.

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