Opinión

Las estrellas también mueren

Recientemente he leído el obituario de la filósofa marxista Marta Harnecker escrito magistralmente por el analista político Manolo Monereo. Mientras lo leía me sentí arrebatado por un sentimiento de agradecimiento hacía aquellos autores que tanto han influido en mi formación personal. La autora del libro “Los conceptos elementales del materialismo histórico” tenía un enorme prestigio entre los militantes de la izquierda revolucionaria. Era, junto a Georges Pulitzer, una de los autores más leídos por los jóvenes comprometidos en la lucha por las libertades en la España de la dictadura franquista. 

Como era habitual, los textos marxistas se adquirían clandestinamente en librerías implicadas en las libertades y la democracia. En Ourense era la librería Tanco, propiedad del profesor comunista Carlos Vázquez (intelectual con quien la ciudad de Ourense está en deuda). Allí conseguí obras de Aleksandr Ivánovich Oparin, de Wilhelm Reich, de Georg Lukács, de Castelao, de Roger Garaudy, de Louis Althusser, de Friedrich Engels, de León Trotski… y numerosas obras de Vladimir Ilich Uliánov (Lenín). La generosidad del insigne librero nos permitía comprar y pagar a plazos, con lo que muchos alcanzaron una deuda de cierta consideración.

Los textos marxistas se convirtieron en forjadores de la llamada intelectualidad progresista. Las células comunistas se reunían habitualmente para analizar la situación política y la interpretación que los autores daban a los cambios sociales que conducían a la liberación del ser humano. Largas horas de discusión de estrategias que nunca, o casi nunca, llegaban a conclusiones definitivas. 

Harnecker era considerada, pese a su juventud, una teórica de gran influencia entre la izquierda mundial. Discípula de Althusser y activista en el Chile de Salvador Allende. Posteriormente defensora acérrima del régimen castrista, residiendo durante muchos años en la isla de Cuba, colaborando en la revolución cultural permanente que ella creía esencial para conseguir una sociedad socialista.

Para muchos el marxismo ha fracasado como filosofía política que engendró los sistemas comunistas del Este europeo liderados por la extinta Unión Soviética. El hombre nuevo que predecía Lenín ha sido una quimera; la cruda realidad es la herencia reaccionaria de la mayoría de las poblaciones de países excomunistas como Polonia, Hungría, Chequia o la RDA. Temas como la influencia del integrismo religioso, el nacionalismo excluyente, la xenofobia y ramalazos de un nazismo anclado en los sectores obreros y marginales, florecen con fuerza y lastran el humanismo que la vieja Europa ha de liderar en el concierto de las naciones.

Sin embargo, la realidad es que el método analítico del marxismo ha impregnado el mundo científico y cultural de todo Occidente y sigue vigente como objetivo político en los países del tercer mundo. Las estrellas que han iluminado los cambios sociales siguen alumbrando el camino de los marginados del mundo y su aportación a la historia es clave para comprender los cambios que se están produciendo en la sociedad. La lucha por la igualdad de sexos, los avances en los derechos individuales, la solidaridad de heroínas como Carola Rackete, son evidencias de que la semilla ha germinado en campos abonados por la energía redentora de personas como Marta Harnecker que, como las estrellas muertas, su luz sigue alumbrando eternamente. 

Que la tierra te sea leve, compañera.

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