Opinión

Las falacias convertidas en leyes

Las declaraciones que hizo el director de cine polaco Jerzy Skolimowski en Madrid, recogidas por el reportero Gregorio Belinchón y publicadas por un periódico de ámbito nacional, son la expresión de una tremenda realidad: “La mayoría de los políticos se han degradado a niveles de gestores del fracaso”. Skolimowski pone valientemente en tela de juicio la honestidad, la capacidad y el compromiso de los representantes del pueblo, sobre todo de los que ejercen sus funciones en organismos supranacionales fuera del control del electorado. Su vinculación con los poderes económicos y la falta de ética profesional paralizan las medidas de choque imprescindibles para salvar la civilización humana, condenada a desaparecer por egoísmo, desprecio a la naturaleza y negligencia de los mal llamados “servidores públicos”. Afirma el filósofo Byung-Chul Han en su obra “Topología de la violencia” que la sociedad del rendimiento es “la sociedad de la autoexplotación”. El sujeto del rendimiento se explota hasta quedar abrasado desarrollando una auto agresividad que no en pocas ocasiones se agudiza y acaba en la violencia, incluido el suicidio

Protocolos inútiles, rígidos y faltos de resultados en una aplicación subjetiva donde el incumplimiento y la prepotencia condicionan las consecuencias. Según Carl Smith, la esencia de lo político se basa en la manipulación de las masas y progresivamente se convierte en una falacia emanada desde la cima. Son 10 las empresas que controlan el mundo desde el Olimpo de los dioses y su poder es muy superior al conjunto de los países de la ONU: Apple, Google, Microsoft, Amazon… En colaboración con el poder financiero controlado a través de la City (2,6 kilómetros cuadrados) y de sus sucursales en paraísos fiscales. De este inmenso poder nacen las multinacionales que controlan el destino de la humanidad: empresas farmacéuticas, la industria del armamento, las dueñas de la energía… El tráfico de seres humanos, la guerra, el narcotráfico, son algunos de los elementos con que jugar la partida,

 El pensamiento político y el instinto político no son otra cosa que la capacidad de discernir entre amigo y enemigo en función de los beneficios a repartir. Al amigo se le compra y al enemigo se le destruye. Casi todos los que están en la rueda de la política participan voluntariamente en las decisiones que mantienen a las clases privilegiadas con máscaras hermosas a base de botox y silicona. Tal es el grado de sumisión que muchos ejecutivos se someten voluntariamente a la tortura de operaciones de belleza lo que les permiten asistir a selectivos ágapes donde el sexo es un complemento adicional como lo es el jamón de jabugo. El cambio climático es para este elenco como un forúnculo fácilmente operable.

El Viejo Milenario estaba melancólico, la causa de su estado de ánimo va más allá del cariño que le profesan muchos de sus discípulos, compañeros, vecinos… La ovación unánime que recibió en el Teatro Principal por los maestros y profesores agasajados por el sindicato ANPE con motivo de su jubilación, le llena de orgullo. Como el duelo, la melancolía también tiene su origen en la renuncia a un objeto querido, solo valoración material de lo perdido genera alivio persistente cuando el amor llega a refugiarse en una clandestinidad que solo los más allegados pueden comprender.

El Viejo Milenario acaba su reflexión afirmando, al igual que Chul-Han: hay cosas que nunca desaparecen; entre ellas se encuentra la violencia. 

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