Opinión

El fracaso de la cruzada faésica

Para el señor de la verdad faésica era un día triste, sus tres aguerridos caballeros habían fracasado en el torneo que daba acceso al trono de hierro. Su soberbia no le permitía soportar la derrota de quienes creía vástagos del árbol de la omnisciencia sideral que él representaba, su honor estaba profundamente herido. ¿Qué había pasado? Estaba convencido de la exquisita preparación a la que habían sido sometidos; los tres habían aprobado con sobresaliente, tenían el perfil adecuado y sin embargo ninguno de ellos había vencido al enemigo, y eso a pesar de la solitaria debilidad y falta de preparación del denostado líder del contubernio masónico. El señor de la verdad faésica estaba irritado, era la segunda decepción que sufría en los últimos años, la primera se la produjo la traición de su designado sucesor; nunca podrá olvidar las humillaciones a que fue sometido por quien consideraba su discípulo preferido. Sin razón que lo justificase se emancipó de su amparo y protección; y sin sus consejos, había sucumbido por su indolencia, falta de carácter y un exceso de glotonería que lo hacían depender de los que escribían en la marca siniestra de los “sobres enigmáticos”. 

¿Cuál es la causa de esta inesperada debacle? se preguntaba el líder de los faésicos. Después de una larga meditación llegó a las siguientes conclusiones: 

En primer lugar la culpa es del pueblo que, víctima de su ignorancia, no había valorado positivamente los mensajes del neoliberalismo conservador anclado en la historia y victorioso en numerosos países de la vieja Europa. En segundo lugar, la fratricida lucha de los tres paladines de la diestra sociológica, ya que su ansia de poder los había empujado a una antropofagia autodestructiva. El tercer error había sido el miedo que se apoderó del corazón de los cobardes electores, que prefirieron el amparo del Estado del Bienestar a la libertad del omnipotente mercado, que premia a los que viven en el éxito de la competitividad redentora y condena a la indigencia a los parias de la sociedad. La cuarta causa de la injusta derrota se debió a la alianza de las fuerzas del mal encabezadas por los traidores al constitucionalismo y los golpistas del separatismo. Pero lo más determinante de esta derrota fue debido a la canallesca colaboración del poder mediático que ha hecho una campaña de intoxicación contra la vanguardia patriótica que lleva a España en el corazón. Después de este análisis, los faésicos habían llegado a la conclusión que el señor de la verdad y líder omnisciente debía reencarnarse en un nuevo paladín que, envuelto en la enseña de la patria, devuelva a España a la senda de la reserva espiritual del mundo occidental.

En su obcecación, el señor de la verdad faésica se había olvidado de considerar otras causas de la hecatombe de los partidarios del neoliberalismo conservador: 

El feminismo es la expresión de la igualdad de derechos de hombres y mujeres. Los fichajes “estrella” son, en muchos casos, un lastre; sobre todo si tienen el perfil del aspirante a “duque”. El pueblo español prefiere el diálogo a la confrontación. La mentira sistemática acaba por desenmascarar al mentiroso. Los ciudadanos prefieren políticas sociales a simbologías vacías de contenido. Los españoles defienden con su voto una sanidad y una educación públicas de calidad. La corrupción destruye la convivencia y deteriora las instituciones. La moral dogmática no sustituye a la ética en beneficio de las libertades. El odio al “diferente” genera una sociedad que vive en el miedo y la violencia… Y como colofón, el recuerdo del líder faésico es el mayor revulsivo contra la vuelta de un nuevo retoño de tal árbol. 

Nota: alguien debería pedir disculpas al señor Tezanos.

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