Opinión

Historias para ser contadas

El papa Paulo IV ordenó la introducción del “Decamerón” de Boccaccio en el Índice Expurgatorio (que limpia), en el año 1559, siendo en España el inquisidor Valdés el encargado de que se cumplieran los deseos del Vaticano. La introducción en el Índice mantuvo la prohibición de leer, traducir o difundir por cualquier medio la genial obra de Boccaccio. El control de la libertad en nuestro país estuvo encadenado por las estructuras del poder que protegía los privilegios de las élites, la Iglesia española de aquel entonces aportó el soporte ideológico necesario para que la ignorancia y la superstición mantuvieran al pueblo sometido por las clases dominantes. 

El 10 de marzo de 1972, la policía franquista disparó contra una manifestación de obreros del astillero ferrolano de la empresa Nacional Bazán, hiriendo a varios de ellos y asesinando a los trabajadores Amador Rey y Daniel Niebla. Su delito fue el manifestarse en demanda de un convenio y en defensa de los trabajadores despedidos; todos miembros dirigentes del sindicato CCOO y del PCG. La represión se cebó en los organizadores y decenas de obreros fueron encarcelados, perseguidos y acusados de varios delitos algunos de ellos sometidos a la “justicia militar”. La madurez del movimiento obrero queda plasmada en la visita que José María Rioboo, acompañado de varios trabajadores, hicieron al capitán general, responsable del Ejército, solicitando la no intervención militar. Los hechos han marcado el 10 de marzo como Día de la Clase Obrera Gallega.

El 11 de marzo, el entonces joven y hoy viejo milenario, recibió instrucciones del partido: debía recoger a dirigentes de CCOO que estaban en busca y captura por las fuerzas represivas franquistas. El disciplinado militante, de seudónimo Acebal, recibió de su camarada Carlos Vázquez (dueño de la librería Tanco y distinguido miembro del PCG) las llaves de su coche, un Seat Cupé. El lugar de encuentro era un bar situado a la entrada de Santiago, en la segunda planta, donde se ubicaba el comedor. La identificación era un periódico que se situaría sobre la mesa. Un hombre de edad madura de unos sesenta años se acercó a él y poniéndole la mano sobre el hombro le dijo con voz serena: ”Tranquilo muchacho”, era el dirigente sindical Francisco Fernández Filgueiras. En la mesa colindante se encontraban los trabajadores que lo acompañaban, Ramiro Romero y Pepe Julio Miraz. Regresaron a Ourense a toda velocidad (así lo hizo notar Carlos Vázquez cuando se le devolvió el coche con miles de insectos muertos en el parabrisas delantero). Se dirigieron a la casa en la que debían refugiarse los tres dirigentes obreros. El piso estaba situado en una de las calles traseras de la Estación Empalme y pertenecía al camarada Pepe Arias. Estuvieron recluidos más de un mes y en ese tiempo pintaron los locales de la Agrupación Cultural Breogán. La comida solía llevársela Paco Cambeses. Pocos días después, Paco Filgueiras sería trasladado a Francia, incorporándose en su lugar José Cavado Martínez. Ante la posibilidad de una intervención de la policía política (la brigada político-social), el partido decidió trasladar a los prófugos a un nuevo refugio, la casa solariega que poseía el abogado Alfonso Pazos Bande en Santa Ana (Sandiás) misión que siguió realizando Acebal. En una arriesgada acción y ante la ansiedad de los perseguidos, el joven militante recogió en la estación de Lalín a las parejas de los fugitivos que convivieron con ellos varios días. 

Acebal recuerda que se desplazó a Francia, a la zona de Marsella, invitado por el anarquista Félix Vilar, que fue enlace de la guerrilla en los años 40, para dar charlas a la emigración gallega y a exiliados republicanos. Estuvo en Toulon durante veinte días viviendo en una caravana del viejo anarquista. Estando en Francia, recibió órdenes del partido solicitándole la urgente vuelta a Ourense. Había que trasladar a “los proscriptos” revolucionarios a otra zona pues en cualquier momento podían se detenidos. El disciplinado militante decidió esconderlos en la vieja aldea de Limeres (Cerdedo) territorio que sirviera de refugio a su abuelo en la Guerra Civil y aldea donde él mismo había pasado los veranos de su infancia. Según el relato de los huidos fue el lugar donde gozaron de mayor libertad y su relación con los vecinos fue muy satisfactoria. Pero nuevamente el partido decidió trasladarlos definitivamente a un lugar seguro. Recuerda el viejo milenario que los llevó a Lugo donde se hizo cargo un camarada de aquella provincia. Más tarde los llevaron a Francia.

Fueron tiempos de represión y muerte, pero también de solidaridad y compañerismo. El “Decamerón” así lo recoge. Tiempos de peste, tiempos de represión, tiempos de pandemia

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