Opinión

El hombre nuevo, la utopía de un objetivo

¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo? (Mat. 7 :4).



Cómo es posible que el ministro responsable político de la muerte ignominiosa de once subsaharianos en aguas de Ceuta tache de “repugnantes” e “incitadores del odio” los tuits de Guillermo Zapata? 

Tal vez los tuits de Guillermo Zapata se puedan calificar de injuriosos, ofensivos e intolerables, su conducta es censurable en cualquier caso. Pero dicho esto, también podemos afirmar que los ha escrito cuando no ocupaba cargo público y que por lo tanto su responsabilidad era únicamente personal sin repercusión en actividad pública ni dolo institucional. Hasta ahora era uno más de los miles de internautas insensatos que sin recato alguno vierten su pensamiento en la red, tratando de perpetuar su existencia en un mundo virtual, sin importarles la repercusión que sus ideas u opiniones tengan sobre la dignidad de los demás. La condición del ser humano, como la de cualquier animal, se basa en la agresividad como elemento primordial para la pervivencia y hoy muchas veces esa agresividad se difunde a través de la palabra.

La ética es algo adquirido desde la racionalidad y el aprendizaje de un comportamiento que hace posible la convivencia y, sobre todo, la cobertura social a los más débiles. La moral está impregnada de códigos ideológicos que sustentan los sistemas políticos y religiosos. Sin embargo en el anonimato que supone la individualidad dentro de la masa, se vierten opiniones claramente reprobables en un estado social y democrático. Pero nos debemos preguntar: ¿quién está en condiciones de exigir pureza en el comportamiento de los representantes públicos? Y de ser así, ¿desde qué momento? Quien no está legitimado, en cualquier caso, es el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz 

Vivimos en un país de fuerte tradición tridentina (1545), los valores de la contrarreforma reafirmaron el perdón del confesionario desde el dolor de atrición; es el miedo, la vergüenza o el rechazo social las razones de un falso arrepentimiento y no el convencimiento de haber obrado con maldad, con el consiguiente remordimiento. Por ello en España se producen hechos que son incomprensibles en los países que han pasado por la Reforma Luterana, estricta con el comportamiento de sus representantes. ¿Estaría Mariano Rajoy de presidente del Gobierno danés después del mensaje de ánimo enviado a Bárcenas? ¿Sería portavoz de algún grupo del Bundestag alemán Rafael Hernando si hiciese comentarios despectivos sobre las víctimas del nazismo? 

Aparentemente Zapata no parece que sea un digno representante de aquellos que defienden una nueva forma de hacer política; ha colocado en una situación incómoda y difícil a Manuela Carmena el primer día de su periplo como alcaldesa de Madrid, que empieza a sufrir las consecuencias de la procedencia heterogénea de los miembros de su grupo municipal. Pero Guillermo parece sincero en su arrepentimiento, así lo ha manifestado públicamente en una entrevista televisada, reconociendo el dolor causado; creo que merece la oportunidad de demostrarlo con su dedicación a la gestión municipal, los hechos dirán si su pesadumbre es sincera.

León Trotsky escribió (creo que en su obra “Literatura y revolución”): “Bajo el comunismo, un hombre medio podría llegar a ser un Marx, un Aristóteles o un Goethe, y por encima de tales picos, cumbres aún mayores…”. La realidad fue muy distinta y en la URSS los hombres “nuevos” siguieron adoleciendo de los mismos comportamientos que los “viejos”. No esperemos reconversiones espectaculares en grandes cumbres; conformémonos con la transparencia y honestidad en la gestión de los recursos públicos, lo demás vendrá por añadidura.

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