Opinión

La humildad del bastón

Con infinita paciencia, el bastón esperaba a su amo. Dada la relación que mantenían, lo adecuado sería decir “compañero”. Apoyado en la mesilla de noche, observaba los lentos movimientos de su inseparable amigo. Este respiraba apaciblemente, permaneciendo con los ojos cerrados, gozando de un placentero sueño. Ambos compartían el mismo espacio; hacían todos los días el mismo trayecto porque estaban unidos en un destino común. Sin embargo, el cayado estaba preocupado, los últimos días habían sido infaustos, no había podido evitar que el anciano perdiese el equilibrio y diese con su cuerpo en el suelo; había sucedido tres veces en el mismo día y eso era síntoma de que su función protectora había dejado de ser eficaz. Probablemente se tomarían nuevas medidas que garantizasen la seguridad de su amigo y él sería abandonado en el trastero como le sucedía a otros objetos inútiles.

 En el despacho, zona de confort del Viejo Milenario, oculto tras una puerta, descansaba el báculo de tosca madera que había sido el apoyo de su abuelo. Llevaba casi un siglo abandonado sin que nadie reparara en él. Solía pasar horas rodeado de cientos de libros que, como concubinas del emperador de la Antigua China, esperaban su turno para ser elegidos como lectura; en los años que estuvo en el despacho observó que nadie leía un opúsculo donde se narraba la leyenda de la reina Ëtaín, que un día desapareció de la corte de Erinn (Irlanda) sin que nadie la viese abandonar el palacio. Su padre, el rey, encargó al druida Dallan que la encontrase con la mayor urgencia. El sacerdote cortó cuatro varitas de tejo que enseñaron el camino que conducía al lugar donde se escondía la reina. La leyenda es un canto al amor y se desenvuelve en una Irlanda mágica, en la que el juego del ajedrez determina quién tiene derecho a conquistar la pasión del ser querido. La reina trasformada en mosca y el sacerdote druida que con cuatro varas de tejo se convierte en el antecedente de Harry Potter.  El antiguo báculo del abuelo aprovechó el instante en que el bastón reposaba en la proximidad de la estantería, en la que esmorecía de pena, para llamar su atención sobre el opúsculo de la reina Ëtain. Y con voz queda le dijo: “Tu amigo, el Viejo Milenario, está en un proceso de reflexión sobre lo que ha sido su vida. Su ciclo vital toca a su fin y las dudas que atenazaron su pensamiento no las ha resuelto, lo que incrementa su ansiedad. Como docente, tiene asumido que en su dedicación de más de 40 años de vida profesional ha tratado de empatizar con sus alumnos, en el intento de que la relación que se estableciese fuera de maestro a discípulo, en el intento de ser recordado por haber contribuido a fomentar la libertad de pensamiento, sin condicionamientos coercitivos que anulasen la creatividad y la libertad. Insertando ciudadanos con capacidad analítica, con valores que contribuyen a fortalecer la solidaridad y la democracia. ¿Son sus exalumnos los que han de juzgar si sus deseos se han cumplido? El tejo que plantó en el patio del Instituto Lagoa de Antela es símbolo de su trabajo como maestro.

 ”Su dedicación a la política ha sido intensa, primero luchando contra la dictadura desde la clandestinidad, poniendo en situación peligrosa a su familia; tratando de que España alcanzase una democracia consolidada donde el ciudadano tenga derechos y deberes en un estado social, y de derecho. No olvida la ingratitud y el desgaste que le supuso la dedicación a cargos de responsabilidad institucional. Tal vez ha dedicado un exceso de tiempo a la actividad política en la democracia, en detrimento de las relaciones afectivas y de amistad que generan más satisfacciones”.

El Viejo Milenario cogió el bastón con fuerza, se acercó al estante de la librería buscando un libro que no hubiera leído, instintivamente alcanzó “La leyenda de Midhir y Etain”. Y con resignada actitud exclamó con voz de trueno: “Solo el amor nos libra del mal”... y el bastón vibró.

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