Opinión

¡La carta!

En cualquier campaña electoral los temas más insignificantes pueden ser instrumentalizados contra el adversario utilizando, si fueran necesarios, los argumentos más pueriles, falsos y demagógicos, hasta convertirlos en esenciales. La inoportuna carta del presidente de México, López Obrador, exigiendo el perdón a la Corona española y al Pontífice por las atrocidades cometidas hace 500 años en la conquista, da pie a una exaltación patriotera sobre los valores de nuestra historia imperial e introduce un debate estéril alejado de los graves problemas que acechan a nuestra sociedad, algo que beneficia a los poderes fácticos de este país. El populismo emergente y sectario aprovecha cualquier situación para manipular los sentimientos en beneficio de un nacionalsocialismo de características fascistoides de nefastas consecuencias en la convivencia en una sociedad convulsionada por la confrontación territorial; sobre todo si eso sucede en un proceso electoral.

Los imperios han trasformado la vida de los pueblos desde la aparición del homo sapiens: exterminios de razas, genocidios, esclavitud, éxodos, conquistas abrasivas, guerras aniquiladoras. Destrucción de culturas, de creencias, imposición de dogmas, torturas… aniquilación de tribus. ¿Cuántos perdones habría que pedir? ¿A quién?

El imperio egipcio; las conquistas de Alejandro Magno y su crueldad con los vencidos, el imperio persa; el dominio de Roma con su aniquiladora “Pax Romana”; las sanguinarias conquistas mongolas de Gengis Kan y Timur Lang; las conquistas musulmanas; los exterminios de los pueblos amerindios de todo el norte americano; la caza, hasta su aniquilación, de los habitantes de Australia, de Tasmania, de Canarias, de la isla de Cuba, de Haití, de todas las islas del Caribe; el tráfico de esclavos que asoló el África negra, son algunos ejemplos de la maldad del hombre. Todo ello con el amparo de los dioses y por la fuerza de las armas; violaciones, incendios, expoliaciones, torturas… todo método de terror fue, y sigue siendo, válido para que los humanos dominen a otros humanos. 

No me siento identificado con los valores que han llevado a la conquista de otros pueblos y considero más responsable al estamento religioso que dio cubertura ideológica a las matanzas, torturas y expoliación, que a los soldados conquistadores por muy sanguinarios que estos fueran. Creo sin embargo que hay naciones que debían pedir perdón a la historia y a los pueblos agredidos por acontecimientos sucedidos durante el último siglo: Israel, por la carnicería del pueblo palestino; Turquía, por la matanza de un millón de armenios; los mismos turcos, por las razias contra la nación kurda; los hutus, por los asesinatos del pueblo tutsi; EEUU a los pueblos invadidos y bombardeados después de la segunda guerra mundial: Vietnam, Laos, Camboya, Afganistán, Iraq, Granada… etc; Francia, por las guerras de descolonización de indochina y Argelia; Bélgica a la República del Congo por los millones de asesinados durante el dominio colonial; Portugal, a los pueblos de Angola, Mozambique y Guinea; China a su propio pueblo por la revolución cultural maoísta. 

Los españoles colonizaron muchos pueblos cuando la historia de las conquistas era signo del poder de los estados. Ha sido cruel, como todos los colonizadores, pero no más que los ingleses o portugueses que no han tenido excepciones humanitarias como las reducciones jesuíticas guaraníes. López Obrador es descendiente, sus apellidos así lo resaltan, de colonizadores españoles y preside un país hermano que ha sido generoso y hospitalario con los ciudadanos españoles que han solicitado su amparo y cobijo. La carta es una anécdota que no debe enturbiar las relaciones fraternales de ambos países, lo demás sería mezquino y ruin.

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