Opinión

La gallina de los huevos de oro

En política todo es posible! Derechas que padecen las políticas de sus correligionarios y los siguen votando; izquierdas que piensan como la derecha; internacionalistas que defienden los símbolos tribalistas; nacionalistas que añoran un imperio; legalistas que se enriquecen con la corrupción; constitucionalistas que conculcan sus obligaciones sociales; revolucionarios que se convierten en dictadores; dictadores que potencian referéndums de adhesión; demócratas que temen las urnas; totalitarios amados por las masas; lumpen aliado con la aristocracia; aristócratas plebeyos; proletarios nobles; líderes demagogos; honestos perdedores; caciques idolatrados… ¿Cómo se definiría a Puigdemont? 

Sin duda es un personaje singular. Aparece en escena como “monaguillo” de Artur Mas, líder de la “Casa Gran” caído en desgracia. En poco tiempo se convierte en protagonista de un sainete escrito por manipuladores de las mentes. Su sonrisa forzada esconde una mente aviesa y una gran capacidad de adaptación. Su habilidad en el juego le permite sobrevivir a situaciones difíciles y para muchos irresolubles. Contradictorio, maquiavélico, cínico y muy perspicaz (observa con detalle las debilidades de todos los que le rodean y los somete hábilmente). Disfruta con la partida que cree manejar con soltura; engaña con argucias simples pero “certeras”. Su presunta ludopatía le hace disfrutar de la partida de ajedrez que ha iniciado con el Gobierno de España. Su arte en la hipnosis le convierte en un malabarista de la palabra; ambiguo, retorcido, agresivo en el contenido y suave en el verbo. Aspira a figurar en la historia catalana como héroe inmolado en defensa de la grandeza de la patria; en su titánica lucha contra el “dragón” cuenta con una pléyade de aguerridos incondicionales, dispuestos a compartir el martirio liberador, entre los que destacan los alfiles Jordis (Sánchez y Cuixart). Pero es la “reina” (Carmen Forcadell), quien soporta el estandarte de la emancipación. No importa su procedencia, es fiel al líder y sobre todo a la causa. Investida de responsabilidades institucionales del más alto nivel, ha jugado un rol fundamenta en su lucha contra la “tiranía”.

Sus adversarios están confusos, desorientados, perplejos por su osadía. Incluso algunos no saben en qué parte del tablero jugar. Cambian de posición, dudan, tratan de interpretar en qué lugar pueden salir victoriosos. Constitución, diálogo, firmeza, 155, 116, ¿?, qué hacer?. Las masas expectantes, la intranquilidad se extiende, todos opinan, todos tienen una solución. Incluso los pirómanos hacen su papel: ejército, ocupación, cárcel, multas, expropiaciones, exilio… todo es posible; diálogo, acuerdos, consensos… palabras, palabras y más palabras. 

 En esa incruenta partida casi todos pierden. El sistema hace aguas, las relaciones sociales se resienten, las masas se fanatizan, las fuerzas de orden están desorientadas, el Estado debilitado, la Generalitat desacreditada, la economía amenazada… Pero alguien está ganando, y ese es Mariano Rajoy, fortalecido en sus tesis, liberado de sus presuntas implicaciones en los casos de corrupción, exonerado de sus responsabilidades de mal gobierno, libre de la presión mediática por la situación jurídica de su partido, y además está rentabilizando electoralmente su confrontación con el enemigo de la unidad de la Patria. Otros muchos, si no monaguillos, lo máximo a que pueden aspirar es a “sacristanes” de una misa solemne.

Puigdemont está sometido a un jaque, pero le queda un movimiento de caballo que puede conducir a una partida en tablas, todo depende de la intención de su adversario. Creo que a éste no le interesa matar a la gallina de los huevos de oro.

Te puede interesar