Opinión

Bien o mal, ¿quién decide?

Hay quién respalda el principio de quien ejerce una “pequeña violencia” para protegerse de una violencia mucho mayor, porque cree que esta llegaría a ser mortal. Quienes así piensan están justificando las guerras preventivas, los genocidios, la desprotección del débil y los crímenes de Estado. El poder mediático está agotando los recursos dialécticos de la información, en el intento de transformarlos en vacuna contra la negatividad en la que se encuentra la humanidad ante tantos estímulos adversos.

La insensibilidad de los pueblos ante la muerte de cientos de inocentes en la franja de Gaza, favorece la cooperación necesaria de gobiernos pseudo democráticos, para que los crímenes cometidos en nombre de la seguridad, queden impunes. La hipocresía de la moral dominante impone la valoración sobre lo que es bueno o malo en función de sus intereses, no dudando en generar miedo por la inseguridad que produce lo desconocido.

Docenas de niños palestinos masacrados en nombre del derecho de Israel a defenderse del “terrorismo de Hamas”, nos retrotrae a los campos de exterminio de la “solución final” en la Alemania nazi. La desproporcionada respuesta del estado hebreo, no es otra cosa que un nuevo Holocausto, consentido por la comunidad internacional.

Fracasadas las primaveras árabes en un mar de sangre, las “inteligencias creadoras de planes ultra secretos” observan expectantes el espectacular incremento del integrismo en el mundo islámico y aprovechan el miedo generado para incrementar el apoyo al sionismo más radical representado por Natanyahu y Lieberman. Nadie rinde cuentas por la guerra de Iraq y sus terribles consecuencias. No existen responsables por la deriva integrista en Libia, después de haber socavado su estructura de Estado. Se han cerrado las expectativas democráticas creadas en Egipto, abortadas por un previsible golpe de estado, inevitable en un país esencial para el equilibrio del terror. Se han abierto las puertas de África a la barbarie integrista, por la condescendencia con Arabia Saudí, cuna de la intolerancia y del fanatismo. Solo Bashar el Assad, resiste en Siria al fundamentalismo más reaccionario, haciendo buena la dictadura que ejerce con mano de hierro a pesar del rechazo que genera en los países occidentales. Todo ello ha sucedido para preservar los intereses económicos de las multinacionales del petróleo, que no han dudado en socavar a sistemas laicos que daban estabilidad social y frenaban el expansionismo integrista financiado por Riad.

La política actual, carente de valentía, se atrofia al convertirse en un mero trabajo profesional. No existe la acción de compromiso contra la injusticia que se ceba con los más débiles mientras se ampara a los más fuertes. Se ha destruido el concepto de solidaridad entre los pueblos, mientras se pontifica sobre el bien o el mal, siempre preservando los intereses de los “mercados” que imponen sus normas en un mundo globalizado.

Chul Han, en su libro “La agonía del Eros”, afirma “ El superviviente equivale al no muerto, que está demasiado muerto para vivir y demasiado vivo para morir”. Tal vez nos hayamos convertido en zombis que se alimentan, aún sin saberlo, del dolor, miseria y muerte de cientos de inocentes que impunemente se convierten en “víctimas necesarias” para que nosotros sigamos superviviendo en la selva del “consumo”.

Acabo con un pensamiento que expreso en verso:

La inocencia muere, en un mundo tenebroso,

mientras tú aspiras a vivir más gozoso.

Miedo, dolor y angustia, armas del poderoso.

Amor, solidaridad y justicia, lo más grandioso

Gaza, desolación y muerte.

Venganza, odio, alimento asqueroso,

que nutre el corazón del ambicioso.

Pero, a pesar de todo, algún día,

llegará un tiempo venturoso.

Donde el hombre sea libre y se sienta orgulloso.

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